domingo, 29 de marzo de 2009

INOPERANCIA SINDICAL


Cuando hablamos de sindicatos, nos estamos refiriendo a las asociaciones que, al menos en teoría, se encargan de la defensa del mundo del trabajo. Estarían formadas por aquellos trabajadores que, sin romper su relación contractual con la empresa, asumen responsablemente la tarea de defender los intereses sociales, económicos, e incluso profesionales de todo el colectivo obrero. Y en esa defensa deben estar incluidos, incluso, aquellos trabajadores que, atendiendo a que la libertad sindical es un derecho humano básico, no han querido sindicarse. Se trataría de una asociación encargada de negociar con el empresario las condiciones de trabajo y los emolumentos a percibir a cambio del trabajo.
Pero la prosaica realidad es muy distinta. Las organizaciones sindicales carecen de objetivos universales. Para empezar, se olvidan de los trabajadores no afiliados y hasta, en muchas ocasiones, prescinden conscientemente de los propios afiliados que los auparon al cargo. Prescinden incluso, con relativa frecuencia, hasta de aquellos pocos que pagan religiosamente su cuota sindical. Los cuadros directivos se han prostituido de tal manera, que aceptan cualquier cosa, a cambio de beneficios personales. La multiplicación de los puestos de liberados, que ocuparán los propios dirigentes, sus familiares o amigos, es una de las prebendas más valoradas.
Y los gobiernos de izquierda, que se autoproclaman progresistas, conscientes de las aspiraciones inconfesables de estos dirigentes sindicales, ponen todo su empeño en favorecer esa especie de prostitución sindical. De ahí que, si interesa políticamente, faciliten el diálogo entre los sindicatos más representativos y las propias organizaciones empresariales. De este modo y sin coste político alguno, pueden evitar muchas movilizaciones o huelgas inoportunas, contener salarios y, a veces, recortar alguno de los derechos ya adquiridos por los trabajadores. Los sindicatos son la verdadera barrera que ponen los gobiernos de izquierda para mantener a raya a los simples obreros que se atreven a exigir mejoras sociales.
Con la aparición de las primeras asociaciones legales que reivindicaban mejoras laborales, comienza ya el intento de manipulación de las mismas. Los propios dirigentes de estas asociaciones muchas veces, y los mismos gobiernos, buscaban descaradamente la utilización política del creciente descontento de los obreros. Con el señuelo de que nadie como un partido obrero puede defender los intereses económicos de los asalariados, lograron cautivar la voluntad de los que, con gran riesgo personal, exigían mejoras sociales y la humanización de los centros de trabajo.
De este modo, alguna de estas primeras organizaciones llegó a constituirse en lo que denominaban partidos de trabajo, auténticos partidos políticos que se arrogaban la representación de la clase obrera en los Parlamentos, cuyos intereses laborales decían defender. Pero estos dirigentes ocultaban a los trabajadores su verdadera intención. No se conformaban con ser un partido más, mediante el cual obtenían unas plazas parlamentarias que les proporcionaban un status superior al de sus propios compañeros. Buscaban ante todo, a largo plazo por lo menos, la posibilidad de hacerse con todos los resortes del poder. Ahí están, para demostrarlo, las distintas democracias llamadas populares que esclavizaron aún más a los pobres trabajadores.
En consecuencia, ninguna de las organizaciones, que se dicen sindicales, calcadas de las que se formaron a raíz de la revolución industrial, es ajena a una ambición desmedida por el poder. El influjo doctrinal del marxismo y del recién aparecido fabianismo se dejó sentir de una manera desmedida. Todas estas agrupaciones, desde su constitución, se olvidan de su condición sindicalista y actúan como si de un partido político se tratara. Marxismo y fabianismo, aunque de distinto modo, aspiraban ambos a desembocar en el socialismo. Ambos sistemas criticaban con fuerza al liberalismo reinante, que había iniciado su reflujo, y propugnaban la sustitución del capitalismo por otra alternativa económica, más acorde con sus propias ideas. Marx predicaba que el cambio debía ser revolucionario, mientras que la Sociedad Fabiana aspiraba a que esa evolución hacia el socialismo no fuera traumática y que se alcanzara de un modo gradual.
Hoy día todas estas organizaciones, nacidas teóricamente para la defensa del mundo del trabajo, se parecen más a una formación política que a una fuerza auténticamente sindical. A la vista está, que su comportamiento no es el mismo con un gobierno que con otro. Si se trata de un gobierno liberal-conservador, los sindicatos serán mucho más belicosos y exigentes que cuando se trata de un gobierno pretendidamente progresista. Sean o no verdaderas correas de transmisión de ciertos partidos políticos de izquierda, lo que si es cierto, al menos aquí en España, es que se comportan actualmente como si se tratara de un auténtico partido más de la izquierda.
No es de extrañar, ante tales hechos, que los trabajadores españoles desconfíen de las centrales sindicales mayoritarias, cuyo descrédito ante la ciudadanía es cada día mayor. Esto explica la baja afiliación que, en la actualidad y en plena recesión no va más allá de un exiguo 15 %, y tendiendo a disminuir. Esto invalida su pretensión de representar a la mayoría de los trabajadores españoles.
Desde fuera de los sindicatos, se tiene la percepción de que estas organizaciones se han convertido en auténticas y enormes burocracias que viven muy bien, a costa del resto de los ciudadanos, mediante las subvenciones nada baladíes que les otorga el Gobierno. Y, por si fuera esto poco, dan muestras también de un descarado clientelismo que asusta y un favoritismo ideológico con este Gobierno del paro y de la crisis, que les inhabilita para representar a nadie.
Ante tales circunstancias, es muy normal que sean muy pocos los que vean en UGT y CCOO a unas auténticas organizaciones dispuestas a defender, contra viento y marea, los intereses de los asalariados. Y si los que aún conservan su trabajo desconfían abiertamente de estos sindicatos de clase ¿qué no harán los autónomos, los parados y los que buscan desesperadamente su primer empleo, ya que carecen de la más mínima representatividad en los mismos? Se da la triste casualidad de que nuestros sindicatos protestan cuando España va bien y si va mal, como es nuestro caso, guardan tal silencio, que parecen tumbas etruscas.

José Luis Valladares Fernández

jueves, 26 de marzo de 2009

LOS VAIVENES DE LA ECONOMÍA

En la mitología griega se nos cuenta la historia del famoso Sísifo. Sísifo, al igual que Prometeo, enfadó a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, además de perder la vista, fue enviado al infierno donde debía cumplir, de una manera indefinida, una terrible penitencia: empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada y sumamente larga. Y, antes de alcanzar la cima de la montaña, la piedra siempre volvía a caer rodando hasta el valle para que Sísifo empezara de nuevo desde el principio.
Esto es, poco más o menos, lo que nos ocurre a los españoles con la economía. Trabajamos lo indecible por mejorarla, nos privamos de amuchas cosas con tal motivo y, cuando creemos que hemos tenido éxito, la economía se vuelve a hundir de nuevo. Y vuelta a empezar la rueda con los mismos sacrificios y las mismas privaciones. Y, como no, los gobiernos de turno son responsables de estos avatares económicos. Ahí está la historia para demostrarlo.
. Si analizamos correctamente el hecho histórico, veremos que socialismo y pobreza, son siempre caras de la misma moneda. Algo así como el Ying y el Yang íntima y armoniosamente entrelazados. La Unión Soviética y sus satélites, donde campaba el socialismo más rancio, alcanzaron las cotas más elevadas de pobreza de todo el continente europeo. Se dio, por lo tanto el fenómeno contrario a lo esperado por Marx.
El empobrecimiento o depauperación creciente, si utilizamos el lenguaje de Marx, es debido a que la propiedad del suelo y los medios de producción se le van escatimando al proletario o trabajador y pasan poco a poco a manos capitalistas, lo que termina por generar una descarada explotación. Y esta explotación será la causa de dicho empobrecimiento. Empobrecimiento que puede llegar a ser absoluto.
En el Manifiesto del Partido Comunista y, posteriormente, en El Capital se detallan los principios de la teoría marxista, más tarde conocida como Materialismo Dialéctico, que va a emancipar y a salvar a la clase trabajadora. Pero esa revolución salvadora pregonada por Engels y por Marx no llegó nunca. Con este estatismo y la planificación excesiva, en vez de emancipación del proletariado, el empobrecimiento del mismo era cada vez más agudo. Y es que a Marx le faltó perspectiva para analizar correctamente los conceptos de salario, valor de uso y de cambio, mercancía y plusvalías.
A la sombra de la doctrina marxista fueron surgiendo, a lo largo de la historia, distintas formas de socialismo, unos más radicales y sectarios que otros. Los hay que son partidarios, sin más, de la abolición total de la propiedad privada. Otros, sin llegar a tanto, cuestionan que dicha propiedad privada sea algo intrínseco al ser humano, por lo que no formaría parte fundamental de las libertades y derechos humanos.
Pero todas las formas conocidas de socialismo tienen el mismo afán de limitar absurdamente la iniciativa privada, planificando drásticamente cualquier tipo de actuación individual. Todos ellos procuran establecer elevados impuestos, que llaman progresivos, y buscan un igualitarismo imposible entre todos los ciudadanos. Todo esto generará, inevitablemente, amplias e incontroladas bolsas de pobreza.
En la misma medida que la propiedad privada influye siempre, en mayor o menor medida, para que el hombre prospere, la intervención estatal o dirigismo conduce hacia la pobreza. La libertad individual de los ciudadanos y la capacidad de crear riqueza de los mismos tienen su fundamento en los derechos de propiedad. El derecho a la propiedad, junto con la libertad y la vida, forman parte de los inalienables e indivisibles derechos humanos. Y cualquier tipo de socialismo, por descafeinado que esté, siempre pone en tela de juicio alguno de estos derechos.
Se puede demostrar empíricamente que el socialismo empobrece a la sociedad civil. Es la misma historia la que nos indica que, todos los países que han intentado experimentos de corte socialista, terminan con problemas económicos y sociales. No hace falta que se trate de un socialismo marxista para dirigir los pasos hacia un empobrecimiento seguro. Aunque se abandone el marxismo, si se conserva la liturgia del mismo, caso del PSOE en España, el resultado será el mismo. El sistema socialista no da para más. Falla estrepitosamente como sistema.
Cuando la degradación económica llega a límites inadmisibles, cuando estamos de nuevo en el profundo valle de la pobreza, la sociedad suele despertar, echa mano de la razón y elige una nueva opción política. Pasó ya en 1996, y tendrá que volver a repetirse ese cambio, si es que queremos enderezar otra vez nuestro rumbo económico y salir airosos de esta crisis económica que nos atenaza.
Para reemprender el camino, ladera arriba como Sísifo, necesitamos un cambio en el gobierno. Necesitamos a alguien que, como Aznar en 1996, nos devuelva la libertad y la seguridad jurídica de que los bienes, así como sus rendimientos, derivados de nuestro esfuerzo económico o laboral, podremos conservarlos y disfrutarlos. Para invertir en capital, tenemos que estar plenamente seguros de que podremos rentabilizarlo adecuadamente. Necesitamos una nueva orientación política que nos garantice que la riqueza natural, tan degradada hoy, se convierta sin más en riqueza humana. Algo que no sabe hacer el socialismo.
Lo malo es que los españoles olvidamos pronto las dificultades pasadas y, cuando estamos a punto de coronar la cima de la montaña, dejamos la razón a un lado y utilizamos el corazón, que es el peor consejero a la hora de acudir a la nueva cita electoral. Y, claro está, la roca de nuestra economía y nuestro bienestar social vuelve a rodar hasta lo más profundo del valle.

José Luís Valladares Fernández

domingo, 22 de marzo de 2009

EL MULTICULTURALISMO DE ZP

Los desvelos del Presidente español por el mundo islámico o musulmán aumentan de día en día. De ahí su preocupación para que, en un Consejo de ministros del pasado mes de enero, quedara formulado todo un plan de formación de arabistas españoles. Con este plan se pretende que un número considerable de españoles reciban una formación adecuada en historia y conocimiento del mundo árabe, la religión mahometana y el Magreb. Llama poderosamente la atención el constatar que nuestras universidades, según Zapatero, no están preparadas para formar adecuadamente a esos arabistas. Este puede ser el motivo de que se confíe esa formación, nada más y nada menos, a la universidad pública Mohamet V de Rabat, vinculada evidentemente a la familia real alauita.
Otro dato más. A mediados de septiembre pasado, en uno de los días del mes Islámico del Ramadán del año lunar 1429 de la Hégira, Zapatero fue invitado por el Presidente de Turquía a un acto religioso del Islam, conocido con el nombre el Iftar. Se trata de una celebración solemne y comunitaria de grupos de musulmanes que se reúnen, a la puesta del sol, para la llamada ruptura del ayuno del Ramadán.
La asistencia de nuestro presidente a esa celebración islámica, en sí misma, no tendría la más mínima importancia. Podría incluso catalogarse como una demostración simple de buena amistad y educación. Pero, si nos atenemos a otros hechos, la intencionalidad política de esa asistencia tiene otras connotaciones maliciosamente perversas. Es cierto que Zapatero aducirá que, con su presencia en el Iftar, trata de buscar un modelo de integración basado en la multiculturalidad. Según él, no pretende otra cosa que el pleno entendimiento del Islam con nuestra cultura religiosa. En otras palabras, la dichosa alianza de civilizaciones.
A pesar de que Zapatero quiera darle, de cara al público, esa interpretación, las palabras que pronunció en pleno acto islámico, delatan en él, si no un odio, sí una alergia evidente a la religiosidad cristiana. Se confesó orgulloso de nuestra herencia islámica. Estoy, dijo, “orgulloso de la influencia del Islam en nuestra historia y de su rico legado en nuestra lengua y en nuestro patrimonio”. Con esta frase nos indica claramente que es incapaz de distinguir entre cultura árabe y religión islámica. Y como pensó que el iftar o ruptura del ayuno del Ramadán era una simple ceremonia cultural, aceptó complacido la invitación del Presidente turco.
Es cierto que los árabes nos han dejado, en su paso por España, un poso cultural muy amplio. Ahí están, para demostrarlo, gran número de monumentos arquitectónicos y hasta muchas palabras en nuestro lenguaje. Pero la influencia religiosa es completamente nula o muy escasa. Nuestro presidente no tiene ni idea de lo que es y lo que representa el Islam. Desconoce que el Islam es algo más que una religión, es una forma de vida. Es religión, pero además es toda una norma de vida tan absorbente que condiciona tanto el ser como el estar del musulmán.
Como Zapatero desconoce que la religión islámica secuestra prácticamente la personalidad del creyente, cree que es posible compaginar islamismo con la cultura occidental y la propia religión cristiana. Nuestra cultura occidental tiene cierta autonomía o vida propia, independientemente de la religión cristiana. La cultura occidental y la religión cristiana se complementan sin provocar prácticamente conflictos de importancia. No así la religión islámica que es exclusivista y que impregna a fondo todos los órdenes de la vida del practicante. De ahí que tratar de conciliar nuestra cultura y nuestra religión con el islamismo, es como intentar mezclar el aceite con el agua.
La palabra Islam, para empezar, significa sumisión. Y, en consecuencia, como se trata de una sumisión plena y absoluta, la razón no cuenta para nada y el creyente islámico carece de la más elemental autonomía y su propia voluntad estará siempre mediatizada por el Corán y por los sunnas o dichos y hechos del profeta y recopilados en la hadiz. Los verdaderos islamistas tratan de seguir ciegamente las enseñanzas de Mahoma. Y como les pide que adopten como primer deber sagrado la lucha sin cuartel contra los enemigos de la ley divina, son, ante todo, auténticos guerreros. Y como ese carácter belicoso procede íntegramente de la propia religión, terminan siendo peligrosos fundamentalistas. Además, al mediar en esa lucha el imperativo religioso, se hacen a veces trágicamente inhumanos. Al igual que el profeta Mahoma, todo verdadero creyente está marcado por la sangre y la guerra. De ahí la conocida Yihad.
Son muchos los que se creen que la Yihad es algo inventado por los americanos, a raiz del terrible 11S. Tremendo error. La Yihad procede del propio Corán y de la Hadiz o tradición islámica. Esa fe profunda en las enseñanzas de Mahoma, predicadas insistentemente por los Mulás, imanes o responsables religiosos, hace que los practicantes islamistas pasen, en muy poco tiempo, de los ritos y celebraciones a los atentados más violentos.
Los que han hecho causa común con la tristemente célebre Alianza de Civilizaciones, conciben la libertad como algo que carece totalmente de vínculos y cortapisas. Y esto nos lleva inevitablemente al fanatismo y a una cruel arbitrariedad. De ahí que esa complacencia de Zapatero con el mundo islámico, y todos los partidarios de dicho multiculturalismo, tienen verdadera culpa de los problemas que origina el Islam en cualquier punto de occidente. Talmente parece que tratan de cuadrar el círculo.
Como el auténtico mahometano es incapaz, por cuestiones puramente religiosas, de integrarse socialmente en otras culturas que tengan hábitos religiosos diferentes, con estas acogidas, los partidarios del multiculturalismo no harán otra cosa que formar auténticos guetos islámicos. Y lo que es peor: estas personas acogidas y reunidas en guetos, se atribuyen a sí mismas como colectividad una identidad propia. Y esa identidad arrogada, la contraponen sin más a la identidad nacional del país que los recibe.
Los mismos islamistas, cuando llegan a un país con cultura occidental saben que no hay integración posible. Están, ya de mano, plenamente convencidos de que su religión es radicalmente incompatible con los valores tradicionales de nuestra cultura occidental. Más aún. Están igualmente convencidos de que su religión es también incompatible, hasta con los derechos fundamentales de la persona.
José Luis Valladares Fernández

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL 11-M EN SU QUINTO ANIVERSARIO

En la Voz de Asturias del pasado día 11 de marzo, Patricia Martín se extraña de que los españoles, al cabo de cinco años, subestimen el riesgo de otro 11-M. Pero si nos quitamos las anteojeras y analizamos fríamente ese terrible atentado, resulta totalmente lógico que una inmensa mayoría de españoles piense que esos hechos no tienen nada que ver con la yihad islámica.
Es cierto que la versión oficial achaca ese atentado a personas ligadas al mundo de los yihadistas. Pero no es menos cierto que dicha versión, dadas las distintas e interesadas vicisitudes que acompañaron a todo el proceso judicial, genera muchas y fundadas dudas. Es posible que los especialistas, que según Patricia Martín fueron consultados, tengan razón al estimar que corremos un riesgo de atentado islamista más alto que en 2004. Todos los países occidentales comparten con nosotros ese mismo riesgo. Pero como los españoles, mayoritariamente, están plenamente convencidos de que quien ideó esa masacre no tiene nada que ver con el fundamentalismo islámico, es normal que les atemorice más un atentado de ETA.
Sabemos que ese atentado se gestó con una intencionalidad muy clara, la de cambiar el signo del Gobierno. No sabemos ni quien es el autor intelectual del mismo, ni quien lo organizó. Pero sí sabemos que, dadas las circunstancias con que se llevó a cabo, la yihad islámica nada tuvo que ver con el mismo. Y si los yihadistas no perpetraron ese terrible acto terrorista, es completamente absurdo ligarlo a la presencia militar de España en Irak.
Posiblemente, y tal como indica la sentencia, puede haber entre los ejecutores materiales del 11-M, distintas personas de origen árabe, elegidas posiblemente por los verdaderos artífices de la masacre para urdir posteriormente toda la historia de implicación islamista que ya conocemos. Pero, a pesar de su origen étnico, no tienen nada que ver con el fundamentalismo islámico, ni con Al Qaida. Los ejecutores islámicos señalados por la sentencia judicial, en un país entregado de verdad al Islam, quizás fueran encausados y hasta condenados como transgresores de los preceptos sagrados del Corán y de la Hadith o tradición islámica. Atribuir a estos delincuentes comunes la categoría de islamistas, indica que no se tiene ni idea de lo que es y representa el Islam.
El islamismo es algo más que una religión, es toda una forma de vida que comporta la aceptación ciega de lo que Ala reveló a su profeta Mahoma. Y como son tremendamente religiosos, cumplen rigurosamente las exigencias que marcan la tradición y los distintos suras del Corán. En esto, no se parecen en nada a los occidentales, ya que nosotros, como dice F. Nietzche, solamente nos acordamos de Dios cuando lo necesitamos. Y como en las enseñanzas de Mahoma prevalece de un modo eminente el carácter religioso, el verdadero islamista es ante todo un guerrero y, en consecuencia, un auténtico y peligroso fundamentalista.
No debemos olvidar el verdadero significado de la palabra Islam. Decir Islam es decir paz, pureza, aceptación y compromiso. Islam significa sumisión y conlleva la aceptación y el sometimiento a la enseñanza y al consejo de Ala. Los auténticos islamistas consideran un deber sagrado la lucha sin cuartel contra el infiel y contra el que piensa de distinto modo, para que la ley divina, revelada a Mahoma, acabe con toda ley humana en el mundo. Se trata evidentemente de una lucha en la que interviene el insoslayable imperativo religioso. Al igual que Mahoma, el verdadero islamista está marcado profundamente por la sangre y la guerra para el triunfo definitivo de su religión. De ahí la conocida Yihad o guerra santa.
Esa fe profunda en las enseñanzas de Mahoma, predicadas fervorosamente por los distintos Mulas, hace que los yihadistas pasen, en muy poco tiempo, de los ritos y celebraciones, a los atentados más violentos. Su fin primordial no es otro que alcanzar un buen puesto en el paraíso al lado de unas magníficas y estupendas uries. Y es el martirio, por causa de Ala, lo que mejor nos garantiza ese paraíso. De ahí que se autoinmolen alegre y voluntariamente en esos atentados que preparan a conciencia, para quitar la vida al mayor número posible de ateos o infieles.
Y las personas de origen árabe que, según la sentencia judicial, intervinieron en el 11-M, no tienen el perfil del buen islamista que se entrega sin reservas a la causa de la yihad. Les gustaba demasiado el jamón, el alcohol, la molicie y otros placeres terrenos. Resulta imposible que estos elementos fueran capaces de sacrificar voluntariamente su vida, de acuerdo con la doctrina que Mahoma pone en boca de Ala. Es que, además, eran incapaces de cumplir hasta el más mínimo de los preceptos sagrados que marca el Corán y la milenaria Hadith.

José Luís Valladares Fernández

sábado, 14 de marzo de 2009

LOS VATICINIOS DEL GOBIERNO

Pocas personas habrá tan dadas a vaticinar el futuro como nuestro presidente José Luís Rodríguez Zapatero, sobre todo desde finales del año 2006. Esto quiere decir que, o se siente realmente adivino o cree estar en comunicación directa con la pitia de turno del templo de Apolo. Y estaríamos encantados, sobre todo los pensionistas, si sus pronósticos se cumplieran. Pero, como ocurría con los oráculos de Delfos, ninguna de sus predicciones llega a convertirse en una auténtica realidad.
En diciembre de 2006, con respecto al terrorismo etarra, aventuró lo mucho mejor que íbamos a estar cuando finalizase el año 2007. Bastaron muy pocas horas para que la banda terrorista, con el coche bomba de Barajas, le devolviera a la cruda realidad.
Llega el mes de septiembre de 2007 y promulga a los cuatro vientos que el euribor ya había tocado techo. Otra predicción que, para desgracia de las personas que tienen una hipoteca, tampoco se cumple. El euribor o tipo europeo de oferta interbancaria, lejos de bajar o estabilizarse, ha seguido batiendo todas las marcas y se ha situado ya significativamente por encima del 5 %. Y, según todos los indicios, seguirá subiendo aún más.
A pesar de estos fallos evidentes, el voluntarismo innato de Zapatero le lleva a continuar con ese tipo de pronósticos, sin base real evidente. Y así, en febrero pasado, se atrevió a indicar que los precios comenzarían a decrecer a partir del mes de abril. La realidad, otra vez más, fue bien distinta, ya que la deflación no hizo acto de presencia. Según datos de eurostat, en la zona euro, el precio de los alimentos experimentó en abril un encarecimiento interanual del 6,2 %. Y en España, en ese mismo mes, el encarecimiento interanual alcanzó la cifra del 6,8 %, frente al 3,2 % de abril de 2007.
Una cosa queda clara; con esta reiteración en augurar hechos positivos inmediatos, tratan de maquillar los malos datos económicos. Como si los maquillajes mejoraran, sin más, nuestra cuenta de resultados. Es conocida la frase del presidente cuando habla de nuestra economía: España está en la champion league. Por lo tanto estaría mejor situada que el resto de países europeos. De ahí que podamos hacer frente, con garantía, a la desaceleración económica mundial que padecemos. Huye de llamar a las cosas por su nombre, como tiene por costumbre, y la profunda crisis económica queda simplemente en eso, en una desaceleración más o menos grave.
Y como el alarmismo injustificado es poco patriótico, para disimular mejor los datos negativos, únicamente utilizara cifras económicas absolutas. Y así, tanto él como su gobierno, han repetido hasta la saciedad que mientras la economía de Europa crecía el 2 %, la nuestra llega al 3,8 %. El quid de la cuestión está en que, para este cálculo, no tienen en cuenta el número real de habitantes de España. La población computada en sus cuentas es sensiblemente inferior a la real. A la cifra dada habría que sumar, ni más ni menos, unos dos millones de ciudadanos que no aparecen en las cuentas. No interesa reflejar en absoluto que mientras en Europa la población crecía a un ritmo del 0,5 %, en España lo estaba haciendo nada menos que al 3 %.
Y puesto que la renta per capita se obtiene dividiendo el producto interno bruto por la población, ese crecimiento apuntado ya no es tan boyante. Si aplicamos correctamente el número real de habitantes, nos daremos cuenta que las rentas salariales, como porcentaje del PIB, han perdido más de un 4% desde que Rodríguez Zapatero tomó las riendas del Gobierno. Claramente estamos retrocediendo económicamente y, a pesar de las eufóricas manifestaciones de los ministros, lamentablemente hemos dejado de converger con Europa. Y a esta corrección a la baja de nuestro producto interior bruto, debemos agregar otro dato abiertamente negativo: los impuestos por consumo, en la era de ZP, han subido entre un 33 y un 44%.
Y no es esto solamente. En el último mes de Diciembre, según datos del Eurostat, el índice de precios del consumo (IPC) de la zona euro era del 3,1% en tasa interanual. En España, por el contrario, nos fuimos hasta el 4,3%. Portugal, sin embargo, logró finalizar diciembre con el 2,7%. En la zona euro ocupábamos el penúltimo lugar empatados con Luxemburgo. Únicamente Eslovenia, con el 5,7%, tenía un IPC peor que el nuestro. Al finalizar el mes de mayo último, el diferencial de inflación de España con la zona euro ha empeorado sensiblemente. La media de toda la comunidad ha bajado del 3,1 %, y se sitúa en el 2,9 %. En España, por el contrario, pasamos del 4,3 % a un alarmante 4,7 %.
Ahora nos queda por ver si se cumplen las nuevas previsiones de crecimiento. Desde el gobierno, con su presidente a la cabeza, se insiste, una y otra vez, que vamos a seguir creciendo en torno a un 2%. No tienen en cuenta aquellas opiniones, muy autorizadas, que señalan que ese crecimiento puede estar, incluso, por debajo del 1 %. Seguro que el gobierno, para no variar, tampoco acierta en esto. Y la culpa, naturalmente, la tendrán otros, como el responsable del Banco Central Europeo, al que Zapatero amonestó.
Y es una verdadera pena que vayan fallando, una tras otra, todas las previsiones económicas del presidente. Pues estos fallos no hacen otra cosa que certificar el rumbo errático de nuestra economía. Y sus efectos negativos se dejaran sentir en los hogares españoles con mucha más fuerza que en el resto de Europa. Y, como siempre, las personas más afectadas por esta crisis, además de los que tengan que hacer frente a una hipoteca de tipo variable, son indudablemente los pensionistas.
Los que viven exclusivamente de una pensión ven cómo se acelera el ritmo de deterioro de su poder adquisitivo con estas situaciones de crisis. En circunstancias normales, dado el proceso que se sigue para calcular la inflación, es imposible que las pensiones mantengan su poder adquisitivo. Y cada año, a la hora de su actualización preceptiva, el valor real de esa renta disponible disminuye evidentemente. Pero este deterioro, en estas circunstancias económicas adversas, se hace más evidente y se incrementa de una manera extraordinaria. Pues son muchos más los factores adversos que contribuyen a que el aumento del nivel de precios, tanto de bienes como de servicios, se dispare peligrosamente, creciendo de golpe mucho más que el poder adquisitivo.
Esperemos que un día, ese poder adquisitivo de las pensiones, sea estable y crezca con el mismo ritmo que lo hacen los precios. Para ello habría que utilizar otro método más fiable que el actual, que no modificara, a la baja, el producto interior bruto, base del cálculo del incremento de las pensiones.
José Luís Valladares Fernández (Publicado en La Nueva España el 28-07-08)

jueves, 12 de marzo de 2009

SANTIAGO CARRILLO Y SUS COSAS


En la primavera de 2008, el Club La Nueva España y la asociación cultural Cauce del Nalón invitaron a una charla o mesa redonda a Santiago Carrillo. Dicha charla estuvo más bien centrada en el análisis de la situación política creada, después de las últimas elecciones generales del 9 de Marzo de dicho año. En La Nueva España del 20 de Abril de 2008, aparece un resumen, bastante completo, de la intervención de Carrillo.
Según dicha reseña periodística, el antiguo líder comunista manifiesta que el modelo de Estado propiciado por Zapatero, con estatutos de autonomía como el de Cataluña, lejos de romper España, contribuye precisamente a su unión. Confiesa que el Partido Popular, cuando habla que la unidad de España está en peligro, simplemente trata de salvar su propia unidad y no la del Estado. Con esta afirmación tan peregrina, nos demuestra palpablemente que su idea de la unidad de España es tremendamente simplista. Esta pobre concepción de la unidad de España no es exclusiva de Carrillo. La comparte, por desgracia, mucha gente de la izquierda pretendidamente progresista. Gente que, además, tiene verdaderas responsabilidades políticas.
Quizás el Partido Popular no haya explicado suficientemente el concepto de unidad de España. Habrá pensado que algo tan claro y evidente no necesita aclaracion alguna. La rotura de la unidad de España no se produce porque el mapa caiga en el suelo hecho pedazos. Tampoco hay peligro de que se instalen fronteras entre unos pueblos y otros, ya que todos ellos saben que necesitan de España para vivir con cierto decoro económico. La rotura de España se produce cuando se rompe la igualdad que propugna nuestra Constitución. Se rompe cuando el gobierno de turno privilegia a unos ciudadanos sobre otros. Si hay ciudadanos con más privilegios que otros; en una palabra, si hay ciudadanos más iguales que otros, la unidad de España está lamentablemente rota.
Y la idea que tiene Carrillo de la igualdad entre hombres y mujeres es tan simplista y primaria como la de la unidad de España. Piensa, al igual que Zapatero, que la igualdad real y sociológica depende exclusivamente de una simple cuota. Nada más falso. La igualdad en número no es igualdad y, a la larga, resulta tremendamente discriminatoria para la mujer. Esa deseada igualdad la conseguiremos únicamente dando a las mujeres las mismas oportunidades que a los hombres para su formación. Y una vez formadas, a la hora de cubrir puestos, elegir a la persona más idónea, sea hombre o mujer. La igualdad será real cuando el criterio de selección se fije únicamente en los méritos y en la preparación de la persona. La valía y la preparación deben primar sobre cualquier otra consideración.
Hay más cosas en las que no puedo estar de acuerdo con Santiago Carrillo. No hace falta que confiese sus carencias en cultura religiosa. Y, como todos los que están ayunos de conocimientos religiosos, se permite teorizar sobre todo lo divino y lo humano que se tercie. De ahí que afirme que el Partido popular está sometido, de una manera u otra, al poder de la Iglesia. Es cierto, eso sí, que el Partido Popular comparte con la Iglesia el respeto por las diferentes ideas y creencias religiosas que cada uno pueda profesar. Coinciden, incluso, en señalar el valor intrínseco de la familia como institución básica y los derechos fundamentales del individuo. La conciencia individual de cada persona, para el Partido Popular, es algo inviolable que merece el mayor respeto.
La dignidad moral de cada individuo, sin embargo, no es respetada en absoluto por los que piensan que lo único válido en la actualidad es el relativismo ético y moral. Un ejemplo claro lo tenemos en una declaración que, por esas fechas, hizo el Consejero de Educación y Ciencia de Castilla-La Mancha, José Valverde Serrano. Se atrevió a decir, sin ponerse colorado por ello, que la moral familiar tiene que supeditarse siempre a la moral del estado.
La cultura es muy interesante. La cultura religiosa también. Es algo necesario para enjuiciar correctamente cualquier hecho religioso. Y más aún para interpretar los actos que se deriven de ese hecho religioso. Si Carrillo tuviera un conocimiento básico de la doctrina coránica, vería claro cual es el origen del terrorismo islámico. Osama ben Laden no atentó el 11 de Septiembre de 2001 contra las torres gemelas por el hecho de que él pertenezca a un pueblo con pocos recursos económicos. Lo hizo por que se sentía obligado a actuar así por sus creencias religiosas
Osama ben Laden esta plenamente convencido de que el Corán y la Hadiz o tradición islámica le obliga a implicarse en la Yihad o guerra santa. El luchar contra los enemigos del islán, en todos los frentes, es para él un deber sagrado al que no se puede sustraer. Si fuera exclusivamente cuestión de pobreza frente al mundo de la abundancia, no habría personas prestas a autoinmolarse por esa cuestión puramente terrenal. El fundamentalismo islámico debe su origen a que creen que los preceptos de Mahoma fueron revelados directamente por Alá. Y según esta doctrina, predicada sin desmayo por todos los ulemas o mulas, tiene garantizado el paraíso todo aquel que mate o sea matado por causa de Alá.
El carácter belicoso del islamista practicante, no es un invento de los americanos. Es algo real, basado en las enseñanzas recogidas en el Corán, desde el primer sura hasta el último. El verdadero islamista es guerrero por encima de todo. De ahí que se vuelque en su fe, siguiendo ciegamente los preceptos coránicos. Para ellos no cuentan para nada ni los derechos fundamentales de la persona, y mucho menos los valores tradicionales de nuestra cultura occidental.
Y mientras no estemos convencidos de que esto es así, a pesar de los valores que pueda tener el multiculturalismo y a pesar de la alianza de las civilizaciones, tendremos muchos problemas con el mundo islámico. Es un peligro inmenso consentir, y en muchos casos propiciar, el que estas personas formen verdaderos guetos religiosos en nuestro mundo occidental. Pues ellos, inevitablemente, se reafirmaran en su propia identidad, pero siempre, que no lo dude nadie, en contraposición a la identidad nacional que los acoge.
José Luis Valladares Fernández

martes, 10 de marzo de 2009

MITOS DE LA TERCERA EDAD

Es un hecho empírico innegable que, para tener una larga vida, hay que pasar por un necesario envejecimiento. Pasada la frontera de los 60, nada va más de prisa que los años. La vida se convierte, casi sin darnos cuenta, en eso que pasa continuamente mientras estamos entretenidos haciendo otras cosas. Y el envejecimiento, por regla general, tiene muy mala prensa. Todos queremos llegar a viejos. Pero, paradójicamente, nadie quiere envejecer. Ya Cicerón le hacía decir a Catón el viejo: ….senectus quam ut adipiscantur omnes optant, eamdem accusant adeptam, que traducido suena así: todos desean llegar a la vejez, y, al llegar, todos la acusan. Lo que no deja de ser extravagante.
Cumplir años y ver que el cuerpo envejece irremediablemente, mientras el espíritu se mantiene joven, suele convertirse en tragedia insoportable en muchos casos. Y esta tragedia es perfectamente evitable si, al pesimismo de la razón, oponemos el optimismo de la voluntad. Debemos huir siempre de hacernos trampas inútiles a nosotros mismos y contemplar el lado bueno del envejecimiento, manteniendo, eso sí, un espíritu joven y una adecuada actividad.
Los años nos arrugarán la piel, pero si renunciamos al entusiasmo se no arrugará también el alma de una manera irremediable. Debemos vivir la vida con intensidad y dejar un poco de lado la propia extensión de la misma. Se trata, ante todo, de dar más vida a los años y no más años a la vida. Y para ello debemos encarar el envejecimiento con alegría, conscientes de que la vida nos aporta experiencia y la experiencia nos proporciona indudablemente una vida mucho más intensa.
La falta de optimismo y el temor a encontrarnos cara a cara con el tiempo, ha dado lugar a que, en el entorno de las personas mayores, se hayan ido formando una serie de mitos, rotundamente falsos. El más común es el que asocia a la enfermedad con la senectud, sin tener en cuenta que aquella no pregunta nunca la fecha de nacimiento. La enfermedad no tiene privilegio por una edad determinada. Amenaza por igual a niños, a jóvenes y a mayores. La vejez es simplemente una etapa más de la vida en la que, a pesar de los años, se puede estar disfrutando de una esplendida juventud.
Hoy día, la llamada Tercera Edad, no tiene por qué ser considerada como una etapa dominada por la enfermedad, la incapacidad y la inactividad definitiva. Tampoco tiene que estar marcada esta etapa por la dependencia de otras personas. La Tercera Edad es una fase más del ciclo vital, donde el individuo mayor puede vivir con calidad y con satisfacción. Y, como no, asumir alegremente el dicho de Gorgias Leontino: Nihil habeo quod accusem senectutem; nada tengo de qué acusar a la vejez.
El cumplir años en la actualidad no deja de ser una bendición de Dios. Envejecer es un arte, el arte de saber dejar a un lado recuerdos y nostalgias inútiles, para centrarse, con buen ánimo e ilusión, en conservar cierta esperanza a pesar de todo.
Los que ya peinamos canas, no necesitamos que nadie nos garantice una larga vida. La hemos conseguido ya. Y esa es la ventaja que tenemos sobre el resto de generaciones más jóvenes. Cuando aún eres joven, nadie te puede garantizar que vas a cumplir muchos años más. Y esa ventaja de haber llegado a esa deseada y temida meta de la longevidad, tiene un precio. El estar más expuestos que otras personas a ciertos achaques, forma parte del canon o peaje que se nos exige por el privilegio de seguir cumpliendo años.
José Luis Valladares Fernández

domingo, 8 de marzo de 2009

REFLEXIÓNES EN VOZ ALTA

La Ministra de Igualdad, en la rueda posterior a la celebración del correspondiente Consejo de Ministros del viernes pasado, aventuró unas afirmaciones que la retratan perfectamente. Además de ministra “florero”, como ya ha sido etiquetada por alguien, nos da a entender que no anda muy sobrada culturalmente. Claro que, esta deficiencia cultural, posiblemente se deba a que Bibiana Aido sea una víctima más de la reforma educativa, introducida por el PSOE.
El aborto no es algo banal, como se pretende desde el Ministerio de Igualdad. Tiene tanta importancia, por las múltiples implicaciones que comporta, que trasciende a las luces de una Ministra tan pipiola como Bibiana Aido. Para empezar, la competencia sobre el aborto, debiera estar en manos del Ministerio de Sanidad y no en el del superfluo Ministerio de Igualdad.
De todos modos, voy a puntualizar las declaraciones de la Ministra. Tanto ella, como todo el ejecutivo de Zapatero, cuando se trata de poner chinas en alguno de los referentes morales de nuestra cultura cristiana, son capaces de intentar cambiar hasta el significado de las palabras. Ya ocurrió con el significado de la palabra matrimonio, a la que tratan de despojar de su característico significado de complementariedad. Dos homosexuales juntos, por mucho que lo intenten, no complementan absolutamente nada.
Ahora se empeñan en dar un nuevo significado a la palabra interrupción, ya que el vocablo aborto tiene connotaciones muy negativas. Solamente se interrumpe aquello que, si interesa, se reanuda de nuevo más tarde. Interrumpimos una reunión, por ejemplo, para tomar un café, reunión que reanudamos a continuación. Y un embarazo no se interrumpe, se elimina o se aborta simplemente. También habría que poner lo de voluntario en entredicho. Son muchos los condicionantes sociales, familiares y de todo tipo, que influyen poderosamente, para tomar una decisión tan extrema y traumática como el aborto.
La confusión de Bibiana es tal que llega a afirmar que la reforma de la ley del aborto únicamente pretende proteger la vida del no nacido, “cuando ya puede, según criterio científico, vivir con independencia de su madre, y de garantizar que los médicos y el personal sanitario puedan hacer su trabajo con seguridad”. ¡Curiosa manera de defender la vida de un feto!
No es menos esperpéntico su raciocinio para llegar a la conclusión disparatada de que las jovencitas de 16 años pueden abortar sin la autorización de sus padres. Muchachitas que, para ir simplemente de excursión con su colegio o instituto, necesitan la autorización de quien ostenta la patria potestad. Tampoco se pueden casar, diga lo que diga Bibiana Aido, sin la correspondiente autorización paterna. Y todo esto es debido, en tanto no cumplan la mayoría de edad, a que las leyes consideran que en esa edad se carece de la oportuna madurez para actuar de un modo plenamente responsable. A veces, da la sensación que la Ministra adolece del mismo mal que estas jovencitas: falta de madurez.

José Luís Valladares Fernández

viernes, 6 de marzo de 2009

LA IGUALDAD Y OTRAS ZARANDAJAS

La pretensión de Zapatero de igualar a hombres y mujeres, tendrá que esperar tiempos mejores. La Ministra que recibió el encargo de gestionar esa igualdad, o no está por la labor o es que no era la persona más indicada para realizar tal misión. Es una consecuencia lógica de elegir personas por simple cuota, sin tener en cuenta la aptitud y valía personal de cada una de ellas.
Inauguró su cargo, prácticamente, abroncando a los miembros de la Real Academia Española porque, entren los mismos, no había nada más que dos mujeres, siendo el resto de las sillas para los de siempre, los varones. Detrás de la bronca, vino el intento de instruirles en lexicografía. Sin ningún tipo de reparo les sugirió que deberían incluir en el diccionario algunos vocablos y modificar otros. La palabra estrella de esa inclusión la tendríamos en miembra. Y, como no, a miembra habría que agregar, entre otros, los siguientes vocablos: feminicidio y sororidad, ya que homicidio y fraternidad resultarían muy machistas.
También deberían admitir nuevos giros y nuevas expresiones, como culturas inferiorizadas. Son culturas inferiorizadas, según Bibiana Aido, las que discriminan a las mujeres. Es todo una lucha darviniana de la Ministra de Igualdad por dar un carácter sexuado a las palabras.
Mal servicio le hace la Señora Ministra a la pretendida igualdad de género, si es que se empeña en diferenciar las palabras, más allá de lo que establecen actualmente las reglas gramaticales. Si nos inventamos palabras nuevas, a nuestro aire, para señalar diferencias, subrayaremos y exageraremos hasta las más nimias diferencias que podamos encontrar entre hombres y mujeres. Volatizaremos así esa deseada igualdad, convirtiéndola en una verdadera entelequia.
Que Bibiana Aido es más Ministra de desigualdad que de Igualdad, queda demostrado con su empeño por crear bibliotecas exclusivas para mujeres. De seguir así, terminará por revindicar hasta un carácter específico de la propia cultura para hombres y para mujeres. En una palabra: bibliotecas sexuadas igualmente, lo que no deja de ser inaudito. De aquí, a pedir que se restauren de nuevo los antiguos colegios, por separado, de niños y niñas, hay solamente un paso. Y todo esto, más que igualdad, es desigualdad y discriminación de género. Bibliotecas sí, cuantas más mejor, pero con toda clase de fondos editoriales para que, de verdad, sean culturalmente útiles a todas las personas.
Quizás no se de cuenta que, al subrayar exageradamente aspectos innegablemente femeninos de las mujeres, no hace otra cosa que ahondar en las diferencias de todo orden. No es suficiente indicar, al explicar las diferencias entre hombre y mujer, que no se trata de peleas entre géneros, ni de subvertir los órdenes que establece la propia naturaleza.
Al enfatizar las diferencias lógicas entre hombres y mujeres y, a la vez, tratar de feminizar ciertos términos gramaticales, no se hace otra cosa que perder el tiempo miserablemente.
La Señora Ministra debe procurar, con ahínco, que todas las mujeres reciban una preparación cultural, lo más elitista posible, para competir con los hombres con toda clase de garantías. Y exigir, eso sí, el mismo trato, a la hora de promocionarse. Que la elección de personas, a cualquier puesto, se haga en un verdadero plano de igualdad, ateniéndose exclusivamente a la valía de las personas, con independencia de que sea hombre o mujer. Cuando se logre esto, habremos conseguido la perfecta igualdad.

José Luís Valladares Fernández

miércoles, 4 de marzo de 2009

EL ATAÚD DE LA MEMORIA

En el diario EL MUNDO del pasado 4 de Septiembre, Antonio Gala se confiesa defensor acérrimo de la memoria histórica, versión ZP, que ha vuelto a poner en circulación Baltasar Garzón. Quizás no sea Antonio Gala la persona más indicada para defender ese tipo de memoria histórica, dadas las circunstancias que determinaron su salida de la vida castrense. Su estancia en el ejército y su salida obligada del mismo, hacen de él una persona sinsorga (del euskera zenzurgue) , por utilizar sus propias palabras cuando se refiere al giro al centro del PP. Él, efectivamente, cuando habla de temas relacionados con el franquismo, se convierte en una persona poco fiable.
Sabe Antonio Gala que hay muchas maneras de narrar los hechos históricos. Sabe que hay historiadores que, como Tucídides y Jenofonte, se limitan a desempolvar fuentes y documentos para narrar los hechos tal como sucedieron en realidad, sin atribuirles intencionalidad alguna. Sabe que hay otros, como Julio Cesar, que se dejan llevar por los aspectos más favorables a su propio interés personal, lo que les lleva a introducir el virus de la propaganda interesada. Y también sabe que existen los historiadores áulicos. Estos van más allá y distorsionan conscientemente la historia, siguiendo pautas marcadas desde instancias superiores. Y, lamentablemente, para narrar lo sucedido en nuestra guerra civil y lo ocurrido en la posterior etapa de posguerra, abundan los historiadores áulicos, que distorsionan la realidad histórica a la carta.
Y parece ser que Antonio Gala, sin asumir directamente el papel de historiador áulico, da por buenos los juicios interesados de este grupo, sin un análisis previo de la veracidad de los hechos. Todo lo ocurrido en esa larga etapa de posguerra tiene un contexto determinado que no podemos olvidar. Pues los datos históricos que van del 14 de Abril de 1931 al 1 de Abril de 1939 determinaron lo acontecido en la larga etapa franquista de posguerra. Este contexto histórico de esa época trágica de nuestra historia, quizás no justifique todos los actos posteriores al 1 de Abril de 1939; pero sin dicho contexto es imposible enjuiciar y entender correctamente la etapa inmediata de posguerra.
Es evidente que la ley de memoria histórica nació con la clara intencionalidad política de discriminar a los entonces llamados nacionales. Eso es, al menos, lo que se deduce de la disposición adicional tercera: se trata de recuperar “la memoria histórica de la Segunda República, la represión de la dictadura franquista y la lucha por las libertades”. Se busca, y eso está bien, rehabilitar a los republicanos, pero estigmatizando intencionada y sectariamente a los del bando contrario. Lo más gracioso es que dicha ley quiera hacernos creer que el advenimiento de la República constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podamos contemplar al mirar al pasado. Y, obviamente, la represión franquista se llevó a cabo contra los defensores de los principios y valores democráticos.
Después de solazarse metiendo el dedo en el ojo de la Iglesia, Antonio Gala termina diciendo: “Aquí hubo nazismo, fascismo y terror antes, en, y después de la Guerra. Los campos españoles están llenos de ajusticiados anónimos… Necesitan el ataúd de la memoria. Y porqué se les hizo desaparecer sin más explicaciones.” Antonio Gala se tapa la nariz y achaca estos lamentables hechos exclusivamente a la actuación del franquismo. Para él no existió ninguna de las numerosas checas de la zona republicana. Durante la guerra civil ambos bandos competían en eliminar enemigos. Es la ley de la guerra. Aunque en crueldad, sin duda alguna, ganó por goleada el bando republicano. El franquismo eliminaba enemigos declarados. El Frente Popular era mucho más expeditivo. Funcionaban las sacas de las listas de personas que tenían presas en las checas. Y, además de a sus enemigos políticos, formaban parte de la saca gente tan peligrosa como simples monjitas o imberbes seminaristas.
Le sugiero a Antonio Gala que repase la lista de los llevados al paraje del arroyo de San José en Paracuellos del Jarama, o los llevados a Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz y verá que estas personas fueron víctimas tan reales como las del franquismo. Y que muchas de las víctimas ejecutadas por el Frente Popular eran todavía niños, sin más delito político que profesar la religión católica. Para mirar a lo que él llama biseles de la memoria histórica hay que ojear obligatoriamente las listas de víctimas producidas por el bando republicano, sin olvidar, claro esta, las del franquismo.
Una cosa es la historia, y otra cosa muy distinta es la propaganda interesada que se quiera hacer. Y hoy ser franquista es un verdadero anacronismo, del mismo modo que considerarse antifranquista, a estas alturas, no pasa de ser una solemne tontería.
Antonio Gala, como buen acólito del PSOE, aprovecha la ocasión para criminalizar al Partido Popular. Hecho que escenifica perfectamente, al poner en entredicho la asimilación de este partido a cualquiera del centro europeo. Los populares, con este pretendido giro al centro, únicamente pretenden, según él, disimular su condición franquista, para no inspirar miedo entre el electorado. La ecuanimidad, por lo visto, es una virtud desconocida para Gala, lo mismo que la imparcialidad.
José Luis Valladares Fernández

lunes, 2 de marzo de 2009

LA SABIDURÍA DE UN PUEBLO

Son muchas las circunstancias que contribuyen a que en Galicia, en períodos electorales, las tasas de participación ciudadana en la elección de sus representantes, sea siempre de las más bajas de España. Su orografía, la dispersión de los domicilios y, a veces, el clima propician esa alta abstención.
Pero las gentes gallegas poseen una sabiduría natural envidiable y saben cuando es imprescindible su contribución. Hace cuatro años, las circunstancias propiciaron un cambio político. Había ganado, como es normal en esas tierras, el Partido Popular. Pero se creó una extraña coalición para impedir que la lista más votada pudiera formar gobierno. Socialistas e independentista, que habían ido a las elecciones con programas muy distintos, juntaron sus votos y se hicieron cargo del gobierno.
El resultado de esta coalición no pudo ser más desastroso para los intereses de todo tipo del pueblo gallego. Tanto Touriño como Quintana, encargados de pilotar la nave gallega, presumían mucho de ser personas de izquierdas, pero aficionados a coches y a yates de lujo. Les gustaban las comodidades y la molicie más que a nadie. Se las daban de ricos y a la vez se presentaban como salvadores de las clases más desfavorecidas. Para ellos no era incompatible vivir como capitalistas y actuar como burgueses, siempre y cuando, como era su caso, te proclames progre y de izquierdas.
El día 1 de marzo saltaron todas las alarmas y el pueblo gallego, ante la posibilidad de que la coalición repitiese gobierno, se movilizó como nunca antes lo había hecho. En estos comicios, la participación pasó del 70%, votando mayoritariamente al Partido Popular. Alberto Núñez Feijoo, con una amplia mayoría absoluta, recibió un respaldo mayor del que esperaba, para hacerse cargo del Gobierno gallego. Muchos van a ser los entuertos que ha de enderezar para recuperar lo que el pueblo gallego perdió durante estos últimos cuatro años.
¡Suerte Alberto, que Galicia y España están contigo! Y, además, te necesitan.
José Luis Valladares Fernández