viernes, 28 de mayo de 2010

LO PEOR AÚN NO HA LLEGADO

Hay signos evidentes de que nuestra particular crisis económica se agrava por momentos y que lo peor aún está por venir. La política del avestruz, practicada hasta ahora por Zapatero, complica cada día más la precaria situación que padecemos. Piensa que, sin hacer nada, se irán solucionando uno a uno todos los problemas que nos ahogan, como es el paro, la falta de competitividad, el exagerado déficit y nuestra asfixiante deuda pública y privada. Confiaba ciegamente en que Alemania, antigua locomotora económica, volviera por sus fueros y nos sacara de la recesión, situándonos en una posición cómoda de crecimiento efectivo.
El famoso “dolce far niente” de los italianos, cuando no hay compromisos de por medio, nos proporciona habitualmente una plácida y agradable ociosidad. Pero el jefe del Ejecutivo, no se puede permitir el lujo de la atrayente holgazanería sin incurrir en una grave irresponsabilidad. De hecho, la desidia y la indolencia de Rodríguez Zapatero, unidas a su manifiesta y planetaria incompetencia, han estado a punto de echarnos hasta del furgón de cola de la Unión Europea. Los primeros días del mes de mayo estuvimos al borde de la suspensión de pagos, situación que se repetirá nuevamente en el próximo mes de junio, ante las dificultades crecientes para renegociar o colocar nuestra deuda pública.
Dada nuestra mala situación económica y la poca confianza que trasmite Zapatero, los inversores habituales desconfían de la economía española y resulta muy complicado colocar nuestra deuda. No olvidemos que la prima de riesgo de la deuda española está, otra vez, por encima de los 140 puntos. De ahí que el Tesoro español, para colocar los últimos 2.000 millones de deuda, tenga que pagar el doble de lo que venía siendo habitual hasta ahora. De 0,76% que venían costando, ha tenido que elevar la rentabilidad de estas letras, colocadas a seis meses, nada menos que al 1,32% de interés.
Se da la circunstancia de que, por pura lógica, los acreedores de nuestra deuda son los que en realidad gobiernan ahora en España. A José Luis Rodríguez Zapatero le han atado de pies y manos y le obligan a tomar decisiones que nunca pensó adoptar. Ha pasado a ser un simple rehén de Ángela Merkel, de Nicolás Sarkozy y del propio Fondo Monetario Internacional. Se lo ha ganado a pulso por incompetente y por irresponsable. Él se resiste y pretende engañarles, del mismo modo que a los españoles, haciendo pagar el pato de la crisis a los más débiles, a los funcionarios y a los pensionistas y haciéndoles además otras promesas de reducción del gasto, sin intención evidente de cumplirlas.
La prueba de que se trataba de falsas promesas la encontramos en el hecho de que a las pocas horas de la reducción del sueldo a funcionarios y de la congelación de las pensiones, abrió de nuevo el grifo de las subvenciones. Comenzó asignando 16 millones de euros a los insaciables sindicatos, tan acostumbrados a vivir del sudor ajeno. Vino después la concesión de otros 270 millones a repartir entre los titiriteros del teatro y del cine, la farándula circense y empresas mineras de Asturias y León.
No acaba aquí el reparto irresponsable del dinero que no tenemos. A pesar de nuestra manifiesta insolvencia económica, dos días después del famoso tijeretazo, el Boletín Oficial del Estado continúa publicando subvenciones completamente cuestionables en periodos de crisis como el que atravesamos. Entre estas subvenciones absurdas nos encontramos con la concesión, por parte del Ministerio de Cultura, de 5,5 millones de euros a diversas asociaciones supuestamente culturales, de las cuales, casi la mitad están establecidas en Cataluña. La más beneficiada es la corporación municipal de Vic, con un millón de euros para un complejo cultural de la localidad. No acaba aquí la magnanimidad de un Gobierno manirroto. El 22 de mayo, el propio Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación oficializaba la convocatoria de subvenciones destinadas a fundaciones y asociaciones dependientes de partidos políticos y cuyo importe sobrepasa los 2 millones de euros. Este dinero está destinado, según confiesan, a promocionar “actividades de formación, consolidación y difusión del sistema democrático”.
Y ¿cuánto se ha gastado en la payasada de la Alianza de las Civilizaciones? Es muy posible que, por este concepto, se nos hayan ido muy cerca de los cinco millones de euros. A todo esto hay que añadir otras muchas subvenciones, aunque se trate de cantidades notablemente inferiores a las ya descritas. La Universidad de Alcalá recibirá 700.000 euros para un proyecto tan interesante y tan actual como es el estudio de las “Relaciones Iglesia Estado durante los siglos XVII y XVIII”. El Ministerio de Fomento asigna casi medio millón de euros para licitar la adjudicación del contrato de “servicios de transporte por carretera de la correspondencia interna de ADIF” (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias). Y otros gastos absurdos e infantiles, solamente entendibles en la lógica de Zapatero, como los 6.500 euros gastados en la carnavalada del Senado, para que un andaluz tenga que escuchar a otro andaluz a través de un intérprete.
Como hemos hecho méritos más que sobrados para que nos vigilen, en la Unión Europea y en el Fondo Monetario Internacional, no se les escapa el carácter testimonial del recorte promovido por Zapatero, mientras funde alegremente dinero por otra parte. En la Unión Europea, de momento, no dicen nada y esperan al examen que deberá pasar España el próximo día 7 de junio. Este día, la ministra de Economía, Elena Salgado, tendrá que rendir cuentas ante el Eurogrupo. El Fondo Monetario Internacional, en cambio, exige ya de inmediato reformas urgentes y radicales en todas las áreas, empezando, claro está, por el mercado laboral. Le exigen que acabe con el sistema de negociación colectiva y que no permita que los agentes sociales le marquen la agenda. Saben sobradamente que la negociación colectiva, tal como funciona ahora, es un pesado lastre para la competitividad de los salarios españoles.
Zapatero sabe con certeza que la reforma del mercado laboral le va a generar cuantiosos problemas por parte de sus huestes, y más si se ve obligado a realizarla a espaldas de los sindicatos, tal como le exige el Fondo Monetario Internacional. De ahí que trate de dilatar esta medida en el tiempo lo más posible. Entre tanto, ha comenzado ya a curarse en salud agitando el espantajo de los ricos ante su parroquia. Siempre que tiene problemas, recurre a la demagogia barata, recuperando el viejo discurso de los ricos y los pobres y desheredados, los “descamisados” que diría Alfonso Guerra. Es una especie de banderín que, como toda la izquierda española, tiene siempre a mano para agitarlo cuando surgen las dificultades, y así disimular su propia inutilidad.
Lo preocupante del caso es que, al menos hasta ahora, les ha funcionado este binomio de ricos y pobres. Quizás ahora despierte mucha gente, al asistir a los funerales del atípico Estado del Bienestar predicado por Zapatero. Y en esos funerales, oficiados por Convergencia y Unión, se enteraran que los ricos de verdad, en vez de pagar, hasta puede que cobren intereses preferentes. Tienen medios más que sobrados para negociar con el Poder, incluso su escaqueo del fisco. Pertenecen incluso, muchos de ellos, a las huestes lideradas por el propio Zapatero. Y terminaran pagando, como siempre, los que menos tienen, los que viven honradamente de su trabajo o de su exigua pensión.
Desde instancias de la Unión Europea se ha obligado a nuestro gobierno a que tome la decisión de ahorrar inmediatamente unos 15.000 millones de euros. Le han dicho lo que tiene que ahorrar, pero no le han señalado los conceptos de dónde ha de detraer esa cantidad. Y el Gobierno ha optado por lo más fácil: recortar y congelar el sueldo de los empleados públicos entre los que hay muchos mileuristas, congelar las ya exiguas pensiones, suprimir el cheque-bebé y recortar las ayudas a las personas dependientes. Eso sí, por si las moscas y para engatusar a los parroquianos, sacó a relucir nuevamente el infundio de que serán los ricos los que más paguen. Ricos que, después, no aparecen nunca.
No se le ocurrió a Zapatero, ni por casualidad, que podía ahorrase una buena remesa de dinero eliminando esa abultada cifra de consejeros, empezando por los suyos. Tampoco pensó en la conveniencia de suprimir algún que otro ministerio inútil y en la necesidad de enviar a casa a los altos cargos que han sido elegidos digitalmente. Podía haber recapacitado en la necesidad de reducir coches oficiales, eliminar tarjetas Visa Oro, y en racionalizar la inflación de cargos duplicados en la función pública, eliminar gastos suntuarios y suprimir de un plumazo las pingües subvenciones que se llevan ONGs amigas y sociedades afines. Podría encontrar una larga lista de gastos absurdos susceptibles de una reducción más lógica que la adoptada. Pero no, Zapatero prefirió lo más fácil y lo más cómodo, cargar sobre los más pobres, los que no tienen capacidad de reacción, todo el peso de sus errores, de su incompetencia y de su desgobierno.

Gijón, 27 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

lunes, 24 de mayo de 2010

LOS VAIVENES DEL ESTADO DEL BIENESTAR

El término “Estado del Bienestar” tiene su origen en una expresión del Arzobispo de Canterbury, William Temple, allá por el año 1945, recién terminada la segunda Guerra Mundial. Como reacción ante las nefastas y dolorosas experiencias tan recientes del “estado de guerra” (warfare state), William Temple invocaba las políticas propuestas ya en 1936 por John Maynard Keynes, como respuesta ideológica a la Gran Depresión de 1930. Para ello se le ocurrió sustituir la frase warfare state, por welfare state (“estado de bienestar”), muy similar a la anterior, pero con un significado totalmente diferente.
A partir de entonces, la frase “Estado del Bienestar” se ha venido utilizando como propuesta política que, además de resumir perfectamente las ideas keynesianas sobre la mejor forma de organizar los trabajos, encomienda al Estado la provisión de unos servicios que garanticen mínimamente el bienestar social de los ciudadanos. Esto presupone una armonización adecuada de estos tres elementos: democracia, intervención económica y bienestar social. Con el tiempo el “Estado del Bienestar”, paso a denominarse “Estado del Bienestar Social”.
Esta política del “Estado del Bienestar Social”, aunque con otros nombres más difusos, comienza a fraguarse lentamente en pleno siglo XIX, como consecuencia de la presión ejercida por el incipiente movimiento obrero sobre los gobiernos de los países europeos embarcados en su industrialización acelerada. En un principio, a pesar de la presión constante de los diversos movimientos sociales que se fueron creando, los gobiernos eran reacios a modificar la legislación para mejorar las condiciones laborales. Los avances logrados inicialmente respondían a mediadas aisladas y su valor tenía muy poca transcendencia. Pero poco a poco, y a base de tesón de las fuerzas sociales, las mejoras fueron aumentando y terminaron por consolidarse de manera definitiva.
En la primera mitad del siglo XX, con la proliferación de estados totalitarios que controlaban férreamente todas las actividades estatales de cada país, incluida la economía, los derechos sociales corrieron serios peligros y estuvieron a punto de sucumbir, juntamente con el liberalismo y la democracia que eran sus principales valedores. El peligro aumentó con la Gran Depresión, ya que las dictaduras totalitarias solucionaron, aparentemente mejor que nadie, la terrible crisis económica universal que se prolongó durante toda la década anterior a la Segunda Guerra Mundial.
Finalizada esta guerra, y gracias a las doctrinas keynesianas que postulaban la conjugación armónica del bienestar social y el crecimiento económico y bajo el impulso decisivo del liberalismo y la Democracia Cristiana, los derechos sociales se consolidaron definitivamente. Es entonces cuando los Derechos Humanos y la propia dignidad humana adquieren toda su relevancia y son respetados casi unánimemente en todos los países occidentales. A partir de ese momento, además de la defensa del orden público y velar porque se cumpla la ley, el Estado ha de hacer frente a otras obligaciones más cercanas a los ciudadanos. Ahora se debe encargar también de que la riqueza se distribuya de un modo más justo, a la vez que se constituye en protector real de los colectivos más débiles de la sociedad, dando preferencia a los más pobres y desvalidos.
Es todo un acuerdo, en consonancia con las previsiones keynesianas, entre los diversos agentes que intervienen en la producción: el Estado, los dueños de los medios de producción y los trabajadores. El Estado garantiza el proceso de redistribución de la riqueza y presta los oportunos servicios de seguridad y bienestar social y asume la responsabilidad de conseguir una situación de pleno empleo. El capital o los propietarios de los medios de producción aceptan de buen grado la redistribución de las rentas por mediación del Estado. Y los obreros, representados por los sindicatos y los partidos políticos, renuncian públicamente a cuestionar la propiedad privada.
El Estado del Bienestar Social, tal como lo conocemos, es hoy uno de los grandes e indiscutibles logros de los países europeos, copiados posteriormente por el resto del mundo. La consolidación del mismo ha supuesto que la Seguridad Social, que en un principio afectaba solamente a los trabajadores, se extienda ahora a todos los ciudadanos. Es a todos los miembros de la sociedad a los que se les reconoce el derecho a disfrutar de una pensión digna, a ser atendidos sanitariamente y poder acceder a una educación adecuada y a los demás servicios públicos que presta el Estado. El Estado de Bienestar Social se ha convertido hoy día en el sello de identidad de los pueblos más avanzados de Europa.
Como es costumbre inveterada entre los socialistas, al tratarse de algo claramente positivo, reclaman la paternidad en exclusiva del Estado del Bienestar Social, lo que no es cierto. Y menos tratándose de un socialismo sectario y radical, como el que padecemos en España. Es cierto que, en el desarrollo progresivo de este Estado de Bienestar, han tenido mucho que ver los socialdemócratas. Pero no es menos cierto que, en su desarrollo definitivo, han intervenido otros factores ajenos a esa socialdemocracia. La Iglesia misma con sus doctrinas sociales, diversas élites políticas conservadoras y algunos sectores liberales y demócrata-cristianos, han dejado su impronta en la formación y consolidación definitiva del Estado del Bienestar.
El socialismo arcaico español, liderado por José Luis Rodríguez Zapatero y sus acólitos, sí es responsable en cambio de las enormes dificultades existentes hoy día para mantener ese Estado de Bienestar Social. El Estado de Bienestar se comporta como una sociedad interdependiente, donde todos sus agentes deben dar muestras inequívocas de responsabilidad, y exige además una perfecta sincronización entre el ámbito político y el económico. Y la mística del socialismo español, exageradamente ideologizado y anclado en las formas políticas de la primera mitad del siglo XX, le lleva a un intervencionismo notable y a una exigencia de ventajas que complican la misma existencia del Estado del Bienestar.
La historia es tozuda y se repite una y otra vez. El Estado del Bienestar mejora su salud cada vez que están, al frente del Gobierno, fuerzas de tipo liberal o conservador. Cada vez que llegan los socialistas al Poder, intentan agrandar las funciones del Estado y limitar la iniciativa individual para dar pábulo a sus ansias intervencionistas. Son muy dados a los gastos suntuarios, así que el crecimiento exagerado de la burocracia estatal que provocan, les obliga a buscar nuevas fuentes de ingresos para disponer de fondos suficientes. Para ello acuden a la elevación de los impuestos y a la creación de otros nuevos, medida que los ciudadanos acaban calificando de confiscatoria y atentatoria contra la libertad.
La fiscalidad exagerada determina una disminución notable del dinero disponible para la financiación de las empresas y también para el gasto normal de los ciudadanos. De este modo se contrae el consumo, complicando aún más la viabilidad de esas empresas. El deterioro que de este modo soporta el tejido industrial se traduce evidentemente en la destrucción creciente de puestos de trabajo. Y con muchos parados, como es nuestro caso, hablar del Estado del Bienestar, resulta más bien muy irónico y sumamente sarcástico.

Gijón, 23 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

jueves, 20 de mayo de 2010

SIGUE EL DESPILFARRO DEL GOBIERNO

El Boletín Oficial del Estado de fecha 17 de mayo de 2010 certifica que nuestro Gobierno, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente, se ha instalado definitivamente en la denominada ‘chapuza nacional’. Zapatero apareció el pasado día 12 de este mes en el Parlamento español y, con cara de compungido, desgranó toda una serie de medidas económicas, para conseguir un increíble recorte histórico del gasto social. A pesar de su inusitado aspecto de abatimiento, todo fue una desvergonzada farsa, cuyos platos rotos saldrán muy caros a los de siempre, a las clases medias españolas.
De todo el programa que expuso en la comparecencia parlamentaria, solamente una cosa se va a cumplir, la reducción y posterior congelación del sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones, la eliminación del cheque-bebé y la limitación de las prestaciones por dependencia. La reducción prometida del gasto público quedará, con seguridad, en agua de borrajas. El Boletín Oficial de Estado citado así lo atestigua, al dar cuenta de la nueva subvención concedida a las organizaciones sindicales, casi 16 millones de euros. Exactamente 15.798.500,00 euros. Esta subvención del Ministerio de Trabajo tiene por objeto, según se dice, "fomentar, mediante la financiación, la realización de cualquier tipo de actividad dirigida a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales de los trabajadores". Algo que han dejado de hacer desde que Zapatero llegó a La Moncloa.
El plan de ajuste presentado por Zapatero el pasado miércoles en el Congreso, fue una incomprensible mascarada. Lo que pretendían ser medidas concretas contra el déficit, se convirtieron en medidas contra ciertos colectivos de las clases medias. A la vista del Boletín Oficial del lunes pasado, fue más bien un acto cínico en el que, emulando a Luis Candelas, el bandido más castizo de la historia de España, anuncia el robo a los funcionarios, a los pensionistas y a las futuras madres, para resarcirse del dinero que tenía previsto entregar ahora, fundamentalmente, a las centrales sindicales mayoritarias.
Es muy posible que ese día, con la comparecencia de Zapatero ante el Parlamento, se hayan calmado provisionalmente los ánimos en los restantes países de la Eurozona, al venderles ese ahorro de 15.000 millones con el supuesto recorte de la inversión pública, la congelación de las pensiones y la rebaja media del 5% en los sueldos de los funcionarios. De ahí que el presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, dijera que "las medidas tomadas por el Gobierno español han sido valientes” y que “España ha actuado de manera ejemplar”. Aún así, y sin conocer los nuevos dispendios a los sindicatos, anunciados posteriormente en el Boletín Oficial del Estado, ya dijo que habría que esperar a la evaluación de la Comisión Europea del próximo mes de junio, para saber si estas medidas “pueden ser consideradas suficientes”.
La incompetencia del jefe del Ejecutivo español le lleva a pensar que cualquier gesto es suficiente para confundir a las delegaciones comunitarias que miran con lupa todos nuestros movimientos económicos. Con ese tijeretazo a los haberes de los funcionarios y a las pensiones de los jubilados cree que ya cubre holgadamente el expediente y que puede seguir sin problemas subvencionando a los colectivos de siempre. Seguro que ahora, a la vista de los nuevos dispendios millonarios, ya no se creen que Zapatero sea capaz de recortar el déficit en 2010, como prometió, desde el 11,7% del PIB hasta el 9,3% y llevarlo al 6% en 2011 para poder situarlo en 2013 por debajo de ese 3% que exige el pacto de estabilidad. Seguro que la Comisión Europea ya ha decidido exigirnos nuevos sacrificios, para cuando llegue la hora del examen en el próximo mes de junio. Nos exigirán, en primer lugar, acometer reformas estructurales que posibiliten el inicio del deseado crecimiento económico.
La nueva subvención a los sindicatos, cercana a los 16 millones de euros, tiene por objeto cortar de raíz cualquier posibilidad de huelga por el plan de recortes anunciados el pasado día 12 de mayo. Así es como Zapatero acostumbra a comprar la paz social de la que presume y los demás favores políticos. Es esta la única explicación posible de que, con un paro superior al 20%, las centrales sindicales mayoritarias hayan permanecido calladas. Propiciar este silencio durante todo el año 2009, nos ha costado a los españoles la friolera de 193 millones de euros.
Las razones dadas en el propio Boletín Oficial del Estado, para conceder estos 15.798.500,00 de subvención, son claramente peregrinas. Se dice en las propias páginas del BOE de que estos fondos públicos pretenden que se lleven a cabo “actividades de carácter sindical”, como es “la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales de los trabajadores”. Y yo creía que esa era su obligación primordial, la defensa del mundo laboral sin necesidad de que entren de por medio razones crematísticas.
A pesar del plan de recortes de la semana pasada, Zapatero es fiel a sí mismo y sigue con la chequera abierta y da 500.000 euros a los responsables del Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, para “la gestión de viajes y estancias” de los responsables de este organismo. Una tajada aún más importante, 270 millones de euros, acaba de concederse también a los promotores teatrales y circenses, a las comunidades y municipios y a las empresas de las comarcas mineras. La magnanimidad de Zapatero con los de siempre, no tiene límites.
Se da la circunstancia de que el mayor recorte de derechos sociales de la democracia, no va a afectar en absoluto ni a los sindicalistas, ni a los titiriteros, ni a ninguna persona de las beneficiarias del maná de las subvenciones. Esos recortes afectarán exclusivamente a los colectivos más débiles, los pensionistas, las futuras madres, los que sufren algún grado de dependencia y los funcionarios. Estos son los que de verdad correrán con las consecuencias de la ineptitud de un presidente del Gobierno despilfarrador que, para más inri, no ha sabido gestionar correctamente nuestra crisis económica.
Es lamentable que haya personas, como el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, que se lamente del coste que tiene este plan de ajustes para el propio Rodríguez Zapatero. Campa no dudó en afirmar en el Senado, al siguiente día de anunciar los recortes del gasto social que “ningún pensionista cobrará menos y los funcionarios estarán como a principios de 2008”. Este “ajuste duro”, dijo, aunque afecte a los ciudadanos, tiene mucho más coste para el Gobierno y sobre todo para Zapatero. Lo normal sería que fuera solamente él, el que cargara con todo el coste de semejantes medidas, por su manifiesta incompetencia para pilotar una gestión adecuada de la crisis. No tiene por qué pagar nadie las imperdonables torpezas, las improvisaciones y los errores de bulto de un Gobierno desnortado e impredecible, que no genera más que incertidumbre y desconcierto.

Gijón, 19 de mayo de 2009

José Luis Valladares Fernández.

lunes, 17 de mayo de 2010

LA PENSIÓN NO ES UN REGALO

Los jubilados que escuchan con cierta asiduidad cualquiera de las emisoras públicas, terminan por convencerse que, la pensión que reciben, es algo gracioso que les proporciona el Gobierno para subsistir. Y son muchos los pensionistas que tragan semejante patraña. No piensan que el dinero de la jubilación es algo que fueron ganando, a base de enormes sacrificios, durante toda su larga vida laboral haciendo frente a unas cotizaciones establecidas. Es algo que se les debe, de manera inapelable, por estricta justicia social.
Del mismo modo que han sido convencidos de la generosidad del Gobierno socialista, a la que creen deben su pensión y los escasos porcentajes de subidas ocasionales a comienzos de cada año, toman con filosofía la congelación anunciada para el próximo año de 2011, ya que están convencidos de las monsergas con que abren los informativos de dichos medios de comunicación, en los que repiten, por activa y por pasiva, que se trata de un esfuerzo imprescindible para salvar el país. Y ahora ya no les bastan los informativos. Es tal la hecatombe económica que ha montado Zapatero, que todos sus cortesanos se ven obligados a intervenir en los programas de telebasura, donde, para mantener el embeleco, repiten una y otra vez las mismas consignas y donde, indefectiblemente, aparecen los famosos trajes de Milano de la Comunidad de Valencia. Muy mal tienen que verlo para que Pepiño Blanco suba con decisión a La Noria para vender las bondades del último tijeretazo incomprensible de Zapatero.
Parece ser que el incompetente Rodríguez Zapatero no tiene más fuentes de ingreso, que le permitan seguir con su desaforado despilfarro, que las sufridas clases medias españolas, entre las que se encuentran los jubilados. Con los pensionistas la injusticia que se comete es manifiesta. Pues en 2010, por culpa de la variación del IRPF, pasaron a cobrar menos que en 2009, a pesar de la desvergonzada carta del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, que les aseguraba el mantenimiento del poder adquisitivo. Y esto sin tener en cuenta que, desde que acceden a la jubilación, año tras año, se les ha revalorizado la pensión siempre por debajo del coste de la vida. Hecho que se acentúa en épocas de recesión económica como la que padecemos actualmente. Se produce este desaguisado, por el sistema que se emplea para fijar la inflación que se produce a lo largo del año.
Para fijar el porcentaje de revalorización de las pensiones. El Gobierno hace una previsión, más o menos lógica, del comportamiento que experimentarán los precios a lo largo del nuevo año. El porcentaje estimado de inflación futura determina el incremento que se aplica a las jubilaciones durante los próximos doce meses. Si al finalizar el año, la inflación sufre alguna desviación, superando la previsión realizada a principios de año, el diferencial se abona con la pensión de enero. Hay que tener en cuenta que, la inflación acumulada, refleja siempre las variaciones de precios de un amplio abanico de artículos que forman la cesta de la compra.
Es evidente que no todos esos artículos sufren las mismas subidas o bajadas de precios. Y sin embargo, todos se tienen en cuenta a la hora de fijar el porcentaje de subida de las pensiones. En circunstancias normales, los pensionistas consumen casi exclusivamente artículos de primera necesidad, como la alimentación, la luz o el gas. Estas personas apenas consumen ya ropas y no adquieren electrodomésticos, ni aparatos electrónicos ni coches que, en realidad, son los artículos que suelen frenar y moderar la inflación acumulada y que entran a formar parte de la cesta de la compra, junto con los artículos de primera necesidad. Y de todos estos productos de su particular cesta de la compra, la alimentación suele tener un peso real bastante mayor. Sin más, esto ya es determinante para sufrir una pérdida evidente del poder adquisitivo.
En épocas de graves crisis económicas, como la que vive ahora España, el problema se agrava considerablemente por la contracción lógica del consumo. Tanto los coches como los muebles y demás enseres, que hacen más fácil la vida, pasan a ser objetos de lujo y dejaran de tener salida en los mercados. Si ya, en circunstancias normales, todos estos artículos apenas si varían sus precios, en tiempos de recesión son objeto de ofertas especiales para facilitar su salida. El encarecimiento normal de los productos alimenticios, la luz y los demás artículos básicos, es neutralizado con las rebajas especiales de aquellos otros artículos de lujo a los que no tiene acceso la inmensa mayoría de los jubilados. De este modo, el porcentaje utilizado para actualizar sus pensiones queda muy por debajo del encarecimiento real que han tenido que soportar.
Y ahora, a esa pérdida real de poder adquisitivo que soportan los jubilados cada año, hay que añadir la congelación de sus emolumentos. Pero ya sabemos que, para nuestros progres socialistas, el Estado del Bienestar es posible con poco dinero y teniendo que hacer verdaderos milagros contables para llegar a fin de mes. Es la consecuencia lógica del paso de los socialistas, aún sin reciclar, por el Gobierno español. Esta congelación de las pensiones obligará a más de un jubilado a engrosar lamentablemente esa abultada cifra de pobres que, en estos momentos alcanza ya a más de un 20% de la población.
Históricamente el socialismo español pierde la baba hablando del Estado del Bienestar y de las ayudas sociales que, según dicen, solamente ellos garantizan, pero no hacen otra cosa que generar pobreza y miseria. Eso si, cuando llegan al Gobierno, dilapidan hasta el último céntimo y ponen en peligro hasta la viabilidad misma de las pensiones. Y Zapatero no tiene rival, en eso de derrochar el dinero de los españoles en subvenciones absurdas y en verdaderos caprichos electorales. Y ahora, con las arcas públicas vacías, no duda en aligerar los bolsillos, ya exangües, de los pensionistas.
Después del atraco a los jubilados, perpetrado con premeditación y alevosía, Zapatero sigue a lo suyo, utilizando el erario público para comprar la paz social a los sindicatos mayoritarios y para pagar favores a los de la ceja y a los titiriteros. A pesar del mandato del Parlamento, Zapatero no se ha dado por enterado y ahí siguen esos ministerios inútiles, con personas al frente de los mismos más inútiles todavía. Lo suyo es jugar al despiste –no vale para otra cosa- y tratar de engañar a los incautos. Cuenta para ello con los medios de comunicación públicos y los amigos. Dirá que lo que hace, lo hace por responsabilidad y, por responsabilidad, lo que tenía que hacer era convocar elecciones de inmediato y largarse. El ejercicio de Gobierno no es para simples aficionados.

Gijón, 17 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

viernes, 14 de mayo de 2010

ZAPATERO NO LLEGA O SE PASA

El pobre Lazarillo de Tormes quiso armársela, una vez más, a su amo el ciego y preparó una simple paja para sorberle el vino, sin que éste se enterase. Pronto se dio cuenta el ciego de la astucia y reacciona estampando cruelmente el jarro de vino en la cabeza del pobre Lazarillo, causándole varias lesiones. A continuación el ciego, sin miramiento alguno, le lava estas heridas con vino, mientras con socarronería castellana le dice: “¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud”.
El comportamiento del ciego con el pobre Lazarillo de Tormes es imitado en la actualidad por José Luis Rodríguez Zapatero. Los españoles estamos soportando una crisis económica muy aguda, agravada considerablemente por la insensatez y la torpeza de un presidente del Gobierno totalmente irresponsable. Esta crisis ha obligado a muchos ciudadanos a reducir gastos y a sufrir privaciones, impensables pocos años antes, y hasta pasar hambre y miseria. Y ahora viene Zapatero, aunque no con la socarronería del ciego, pero sí de una manera insolente, y nos dice que la crisis que nos ha ahogado económicamente nos la cura él, imponiéndonos nuevas restricciones y dejándonos sin posibilidad de satisfacer alguna de las necesidades más elementales. Esto es: quien nos hundió en la miseria, aunque ya sin sonrisa y sin talante, se postula ahora como nuestra tabla de salvación. Y es intolerable que quien forma parte del problema quiera constituirse como nuestro salvador providencial.
El jefe del Ejecutivo español, hasta ahora, no se había preocupado lo más mínimo de la crisis. Como si estuviéramos en época de vacas gordas, seguía despilfarrando dinero público y se reía de quienes le pedían medidas concretas y estructurales que aliviaran nuestra situación económica. La crisis, según él, nos venía de fuera y pensaba que, sin hacer nada especial, cuando se arreglaran esos problemas externos, seríamos reflotados sin más. No le entraba en la cabeza que la crisis que soportamos en España es específicamente nuestra y que él es el principal responsable de la misma. No ha tenido nada que ver en esta crisis la volatilidad de los mercados financieros, ni las famosas hipotecas ‘subprime’ americanas, ni tampoco la quiebra de Lehman Brothers. Prueba de ello es que ningún país de fuera se encuentra en una situación tan precaria como nosotros.
Nuestro Gobierno fue abroncado este fin de semana pasado sin contemplaciones por los responsables políticos de Francia y Alemania, Nicolás Sarkozy y Ángela Merkel. Y hasta el propio presidente estadounidense, Barack Obama, le cantó las cuarenta a Zapatero por teléfono.
Las broncas europeas y la reconvención americana incluían amenazas claras para nuestro Ejecutivo si no realizaba inmediatamente un recorte drástico del gasto público. Ángela Merkel aseguró incluso que vigilará muy de cerca de España hasta el próximo mes de junio, fecha clave por los vencimientos de nuestra deuda pública, pues quiere comprobar que ese plan de ajuste que se nos exige, se cumple exactamente y sin dilación.
La necesidad de contar con un fondo de 750.000 millones de euros para el plan de rescate de Grecia, Portugal y España ha levantado ampollas, tanto en la Unión Europea como en el Fondo Monetario Internacional. De esa cantidad, 280.000 millones van destinados a la refinanciación de la deuda española que vence durante este año de 2010, para que nuestros impagos no afecten negativamente a la moneda comunitaria. Se trata de una cantidad muy respetable, por lo que no es de extrañar que nos sometan a una vigilancia muy estrecha y nos obliguen a admitir su tutela. Quieren estar seguros de que no seguimos endeudándonos a lo loco, como ha hecho, hasta ahora, nuestro Gobierno. Zapatero ha despilfarrado alegremente el dinero que no es suyo. De ahí que le exijan, desde ya, números y resultados, sin preocuparse por las consecuencias sociales que puedan derivarse de ello.
Los rapapolvos internacionales del fin de semana han tenido la virtud de sacar al Gobierno español de su letargo habitual y, pese a las fanfarronadas pasadas de Zapatero, a éste no le ha quedado más remedio que tragarse su orgullo y anunciar desde la tribuna del Congreso un recorte drástico de gastos. En la comparecencia de ayer día 12 de mayo, con la cara demudada, se vio obligado a desdecirse de afirmaciones recientes y anunciar el mayor recorte social de la historia democrática española. Se había cansado de anunciar solemnemente que no se tocarían ni las pensiones, ni el sueldo de los funcionarios, ni nada que supusiera la más mínima merma del Estado de Bienestar. Y cada vez que había ocasión para ello, acusaba a Rajoy de haber pertenecido al Gobierno del decretazo, que había cometido la enorme infamia de congelar el sueldo a los funcionarios.
Seguro que más de uno se quedó perplejo cuando Zapatero subió a la tribuna de oradores y anunció que su Gobierno rebajará el 5% las retribuciones de los empleados públicos durante este año y las mantendrá congeladas durante todo el año 2011. Palabras mayores, ya que no se trata solamente de congelar el sueldo de los funcionarios como hizo Aznar. Incluye también una rebaja sustancial del mismo. El recorte para los altos cargos, será del 15%, equiparándolo a la rebaja que van a experimentar los propios miembros del Gobierno.
Las sorpresas no acaban aquí. Anuncia igualmente que el Ejecutivo no revalorizará las pensiones durante el próximo año, como venía siendo habitual. Se salvarán de la quema las no contributivas y las mínimas. Suprimirá el denominado cheque-bebé de 2.500 euros por nacimiento y se reducirán significativamente, ahí es nada, las ayudas a las personas dependientes. Y todo esto se va a aprobar, de manera urgente, en uno de los próximos Consejos de Ministros sin pasar, como sería lógico, por el Parlamento español. Como se ve, más que de una rectificación de posturas anteriores, se trata de una enmienda a la totalidad de la política social de Zapatero, mantenida hasta ahora contra viento y marea.
En esta ocasión, Zapatero no solamente ha llegado. El jefe del Ejecutivo, en esta ocasión, se ha pasado unos cuantos pueblos. Evidentemente hay muchas partidas donde se pueden recortar gastos. Pero eligió el camino más fácil, hacer pagar a los funcionarios, a los jubilados y a los más desfavorecidos socialmente, el grueso principal de la factura de la crisis, acrecentada de manera notable por su manera irresponsable de actuar. Son precisamente los funcionarios y los pensionistas, colectivos donde no hay despilfarros, los que salen peor parados, en este intento de frenar el derroche del gasto público.
Las necesarias reformas estructurales, que se le vienen pidiendo desde el inicio de la crisis económica, apenas si las mencionó. Se limitó a afirmar que la reforma laboral espera tenerla lista antes de que concluya mayo. El alcance de la misma dependerá naturalmente de las concesiones que estén dispuestos a hacer Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, corresponsables auténticos de que España haya terminado convertida en un vergonzoso protectorado europeo.
Es sintomático, en cambio, que Zapatero no dijera nada de los sueldos de los políticos. Tampoco hizo alusión alguna a las subvenciones millonarias con que domestica a los sindicatos mayoritarios y a las Organizaciones Empresariales y políticas. Somos también el país de toda la Unión Europea, donde hay más coches oficiales, pero esto para Zapatero es pura simbología y no hay por qué perder tiempo en tales minucias. No hay manera de que elimine los ministerios, inútiles tal como fue aprobado en el propio Parlamento. Ayer mismo, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, se lo volvió a recordar, insistiendo de nuevo en la conveniencia de la supresión de la vicepresidencia tercera del Gobierno, el Ministerio de Igualdad y el de Vivienda y de reunificar, en una sola cartera ministerial, los ministerios de Educación y de Cultura por un lado y el de Trabajo y de Sanidad por otro.
Además de este plan de emergencia que obliga vergonzosamente a funcionarios y jubilados a pagar los excesos obscenos de Zapatero en cuestión económica, queda en el aire, cual espada de Damocles, la posibilidad de incrementar nuevamente los impuestos. Aunque no habló claro sobre este asunto, dejó entrever la puesta en marcha de una nueva remesa de medidas fiscales. Y aunque afirmó que es “plenamente sensible” y en consecuencia, a la hora de repartir las cargas, deberán “hacer un esfuerzo mayor” los que cuenten con más capacidad, seguro que serán las sufridas clases medias las que, como siempre, carguen con la parte peor.
Es sorprendente que Zapatero, ante nuestras dificultades económicas crecientes y las exigencias de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, solamente prevea ahorrarse 600 millones de euros al restringir la Ayuda al Desarrollo. Si prescindiera de una vez de las pintorescas subvenciones y ayudas que concede regularmente a los dictadores que aún andan sueltos por ahí, se encontraría con un sustancial ahorro de unos 30,000 millones de euros. Exactamente el doble de lo que prevé ahorrar con el plan que desgranó ayer en el Parlamento.
Si a Zapatero le quedara algo de dignidad, pediría públicamente perdón por el desastre económico en que nos ha metido y por la chapuza nacional que ha organizado, y presentaría su dimisión irrevocable para que otra persona más sensata enderezara el entuerto. Al menos disolvería las cortes y convocaría nuevas elecciones para que sea el pueblo soberano el que decida quién debe sacarnos de este atolladero. Pero ¡no nos caerá esa breva!

Gijón, 13 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 12 de mayo de 2010

DEFICIENCIAS EN SANIDAD PÚBLICA

Es muy habitual que desde el PSOE, como un acto más de propaganda política, se insista continuamente que nadie ha dotado de medios económicos a la Sanidad Pública como ellos. Y quieren hacernos ver que nuestro sistema de salud compite con cualquiera de los países de nuestro entorno. No es fácil calibrar estos datos, ya que intervienen en el resultado final unas cuantas variables, entre las que destaca el ingreso bruto per cápita, la esperanza de vida al nacer y los servicios que cubra esa atención sanitaria en cada país.
Es cuando menos discutible que los socialistas sean los que más dinero aportan al servicio de Sanidad Pública, y es evidente que, en gasto sanitario con relación al Producto Interior Bruto, vamos por detrás de la mayoría de los países de nuestro entorno. El gasto público sanitario en España en el año 2007, que es el último disponible, representa el 6,1% del PIB, lo que nos sitúa claramente por debajo de los 15 países con mayor antigüedad en la Unión Europea, tanto en términos de porcentaje con respecto del PIB como en gasto per cápita. En ese mismo año de 2007, por ejemplo, siempre con relación al PIB propio de cada país, el gasto de Dinamarca representó el 8,2%, el de Alemania un 8,0%, siendo la media comunitaria de un 7,06%.
Si atendemos al gasto por habitante, la situación de la Sanidad Pública española va muy por detrás de la mayoría de los 15 países más antiguos de la Unión Europea, en la decimo tercera posición. Solamente Grecia y Portugal tienen una inversión en salud pública per cápita inferior a la nuestra. Para no aburrir con números, digamos simplemente que España, en el referido año de 2007, de acuerdo con su Producto Interior Bruto, debiera haber gastado en el sistema de salud un 10,5% más, porcentaje que representa el déficit español en sanidad. Pero aún así no llegaríamos a la media de gasto de la Unión Europea.
A pesar del desfase en gasto sanitario con relación a la media de UE, el Ejecutivo español se queja amargamente del elevado coste que tiene la Sanidad para las arcas públicas. Y achacan ese excesivo gasto a tres factores muy concretos: al envejecimiento innegable de la población española, al aumento demográfico debido a los flujos migratorios y a la "espectacular" escalada del número de recetas y visitas al médico registradas por cada español. Silencian, sin embargo, el número de puestos creados en el Sistema Nacional de Salud, que no responde a necesidades objetivas derivadas del servicio sanitario. Se trata, por consiguiente de un personal no necesario, algunos de ellos en puestos directivos y altos cargos, dados por motivos de amistad o para pagar pasados favores políticos.
Como es natural, desde el Gobierno ya se han dado los primeros pasos para contener el gasto en Sanidad y aliviar así la presión presupuestaria. Con tal objeto se ha reunido la ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, con los consejeros de Salud de las Comunidades Autónomas, en busca de un consenso en las medidas a adoptar para frenar el gasto sanitario. También aquí, como no, aparece la cuña publicitaria, ya que Trinidad Jiménez afirma claramente que hay que contener el gasto sin merma de la calidad en los servicios y garantizando la equidad o igualdad efectiva y la sostenibilidad del sistema sanitario.
La ministra de Sanidad ha reiterado varias veces que la solución a la situación financiera creada no pasa por medidas disuasorias de los usuarios, como puede ser el “copago”. Pero no es menos cierto que, desde Consejerías de Salud socialistas, sale a colación frecuentemente el globo sonda del mencionado “copago”. Es, dicen, la única medida efectiva para solucionar el problema estructural que sufre el sistema, lo que no es verdad. A pesar del desmentido de Trinidad Jiménez, hay noticias muy claras de que un equipo económico dirigido por la ministra de Economía, Elena Salgado, prepara una reforma profunda de la sanidad y que comenzará a ser operativa en el año 2011. Se trata de reducir las visitas de los usuarios a los médicos y en consecuencia un menor consumo de medicamentos a través del “pago por visita” o “copago”. Lo que quiere decir que el “copago” ha dejado de ser un simple globo sonda y es ya todo un proyecto que se implantará previsiblemente el próximo año.
Obligar a los pacientes a asumir una parte adicional de los gastos ocasionados por la visita a los servicios médicos, puede ser una solución contable a muy corto plazo, pero contraproducente a la larga por el posible agravamiento de algunas patologías. Este sistema evidentemente resultará nefasto para las personas con escasos recursos económicos, pues sufrirían de inmediato las consecuencias derivadas de este tipo de política sanitaria.
La solución definitiva pasa por una mejor gestión de los recursos disponibles, optimizando su utilización de la manera más rentable posible. Racionalizar incluso el contenido de cada envase de medicamentos, de acuerdo a las necesidades previsibles de cada enfermedad. No es de recibo que se jubile personal médico o sanitario y no se cubran esos puestos de inmediato para ahorrar unos sueldos y se mantengan o incluso se aumenten los puestos políticos dentro de Sanidad a sabiendas de que no aportan nada al sistema sanitario, salvo el incremento de un gasto inútil. Lo único que se consigue así es el deterioro de la calidad del servicio y el aumento escandaloso de las listas de espera.
Gestionar mejor los recursos disponibles no implica en absoluto gastar más o contratar más personal dedicado a la atención directa de los pacientes. Significa, ni más ni menos, organizar mejor los procesos, los medios de diagnóstico y las formas de trabajar para resultar más eficientes. Es lo que han hecho los países que hoy son líderes en sanidad, como Holanda, Dinamarca, Islandia y otros que pueden servirnos de modelo. Nosotros nos encontramos bastante al final del ranking, con un sistema de salud en el que predomina la jerarquía política y donde la transparencia brilla por su ausencia.
No cabe duda de que, si el sistema sanitario no funciona y es ineficiente, será porque los políticos que lo gestionan no han sabido resolver el problema. En tal caso será a estas personas a las que habrá que pedir responsabilidades por malos gestores y por no haber sabido cortar de raíz los privilegios de algunos proveedores que no han hecho otra cosa que disparar el gasto sanitario. No estaría demás tampoco que se estudiara la conveniencia de recuperar las competencias sanitarias y reconstruir el antiguo Insalud, en vez de mantener los costosos 17 sistemas sanitarios. Además de evitar agravios comparativos, que los hay, el servicio médico recuperaría calidad y el coste del mismo sería considerablemente inferior.
No cabe duda de que la dispersión de las competencias de sanidad en las distintas autonomías ha supuesto un deterioro notable del sistema sanitario de salud. El anterior ministro de Sanidad, Bernat Soria, así lo reconoció cuando dijo que "la transferencia de la sanidad a las autonomías había incidido en que la atención sanitaria esté por debajo de la media europea".

Gijón, 11 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

domingo, 9 de mayo de 2010

VUELTA A LA ESPAÑA DE PANDERETA

Más allá de los pirineos, y prácticamente desde el ocaso de los Tercios de Flandes hasta hace muy pocos años, se tenía un concepto muy bajo de España y de los españoles. Eran muy frecuentes los tópicos, que nosotros mismos habíamos contribuido a difundir, identificando a lo español con la fiesta de los toros, la siesta, la paella, el baile flamenco, las rumbitas y hasta el sol y la playa. En una palabra, más allá de nuestras fronteras consideraban a España simplemente como un país de pandereta. Eran muy frecuentes las consabidas frases que nos definían sociológicamente: “Como en España no se vive en ningún sitio” o aquel otro popularizado por Fraga más tarde: “Spain is different”.
Costó mucho romper esos tópicos tan comunes entre los pueblos de nuestro entorno. Pero José María Aznar, con su tesón y buen hacer, logra catapultar a España a cuotas de estima y valoración mucho más altas. Se dejó de asociar a España, como había sucedido hasta entonces, con el atraso, la baja calidad y la falta de la más elemental tecnología. Tan pronto llegó a La Moncloa, el propio Aznar y todo su Gobierno, se aprestaron a enderezar el rumbo de nuestra tambaleante economía sin pérdida de tiempo. En este sentido, fue determinante su decisión de favorecer la colaboración entre los sectores públicos y privados, que hasta ahora marchaban cada uno por su lado. Entre otras medidas, destacó el impulso decisivo en su política de promover la imagen de España, para que se nos identificara como un país definitivamente serio y moderno que, ante todo, cumple con rigor los compromisos adquioridos.
El resultado del nuevo aire dado a la política comenzó a dar resultados inmediatos. Nació el proyecto “Marca España”, apadrinado por el Instituto Nacional de Comercio Exterior, que logra arrumbar con todos los tópicos que se nos venían atribuyendo desde antiguo. Poco a poco se van derribando barreras y logramos triunfar en la cultura, en el turismo y, aunque parezca mentira, en el mundo empresarial. Las empresas españolas, a la hora de hacer negocios rentables, compiten en plan de igualdad con las europeas, arrasando incluso en telecomunicaciones y en construcción. Evidentemente España comienza a ser algo más que sol y playa y empieza a hablarse del “milagro español”. Hasta llegó a decirse en Europa que los españoles éramos “los prusianos del sur”.
La economía española, bajo la batuta del Gobierno de Aznar, comenzó a crecer a un ritmo incluso superior al de nuestros vecinos europeos. Siguiendo la tendencia general de las economías occidentales, se produce la incorporación española a los mercados financieros, pero de un modo claramente agresivo, consiguiendo así resultados excepcionales. El Producto Interior Bruto de España estuvo creciendo hasta un 1,1% por encima de la media de la Unión Europea. Y lo hace adaptándose a los preceptos de Maastricht, controlando la inflación, con un déficit presupuestario por debajo del 3% exigido y con una deuda pública dentro de unos límites razonables.
Fue notable, durante este período, la disminución que se produjo del paro, pasando de un escandaloso 23% a un 11%, cifra aun demasiado alta, pero bastante más aseada. Durante sus dos legislaturas se crearon 5 millones de puestos de trabajo, lo que representa más del 50% de todos los creados en la Unión Europea. Se logra sanear el déficit de la Seguridad Social, desapareciendo así las enormes dificultades que complicaban el pago de las pensiones. Y en evitación de futuros problemas, se crea el famoso Fondo de Reserva que, al final del mandato de Aznar, contaba ya con 15.000 millones de euros.
Con la llegada de Zapatero a la Moncloa, comenzamos a perder nuevamente peso en la Unión Europea y en el conjunto de países occidentales. Aunque perdemos consideración y prestigio internacional, mientras duró el peculio acumulado, continuamos creciendo y creando puestos de trabajo, aunque cada vez con menor intensidad. Vaciadas las arcas y dilapidados los caudales públicos, comienza el desplome acelerado de nuestra economía con el fracaso del sector de la construcción y el inevitable hundimiento del consumo de los hogares españoles. Y mientras siga Zapatero al frente del Gobierno, no hay ya esperanza de que cambie nuestra situación y debemos prepararnos para lo peor. El letrero que vio Dante Alighieri en el dintel de la puerta del infierno lo tenemos escrito en el frontispicio de la ejecutoria del actual jefe del Ejecutivo español.
Hace ya tiempo que un diario francés, tan poco sospechoso como el progresista Liberation, criticaba la forma de afrontar la crisis por parte de Zapatero. Y este periódico no tiene empacho en afirmar que "después de haber sido una de las locomotoras europeas desde mediados de los años noventa, España sufre revés tras revés" en materia económica. En un principio, no había manera de que Zapatero admitiera que estábamos en crisis y nuestra entrada en recesión para él no era más que un simple frenazo o una ralentización de nuestra economía. Como los españoles estábamos en una posición económica envidiable, según decía, no hacía falta tomar medidas excepcionales. Se le fue el tiempo en inútiles contorsiones semánticas, y ahora estamos ya en un punto de difícil retorno.
La bancarrota española es ya un hecho incontrovertible. De jugar España en la “Champions League de las economías mundiales”, pasó a ser la formación pichichi de la Champions League del paro. Eso que dijo Zapatero, utilizando un símil futbolístico, de que “España es la que más partidos gana, la que más goles marca y la menos goleada”, pasó ya a la historia y no es ya más que un recuerdo lejano. Hay ya más de 1,3 millones de familias con todos sus miembros en paro y que no cobran subvención alguna. La pobreza se está enseñoreando de las ciudades y es muy frecuente, otra vez, la olvidada estampa de los que hurgan en los contenedores de basura, buscando cosas que les puedan aportar algunos dineritos.
Las enormes y dolorosas colas a las puertas del INEM en busca de un trabajo imposible, se repiten ahora a las puertas de Cáritas y de los comedores sociales de la tan denostada Iglesia. De la España más o menos rica hemos pasado a la España de la postguerra. Ya solamente faltan las colas a las puertas de los establecimientos que repartían el racionamiento. Lo que sí ha vuelto es la España de las necesidades y de la pandereta.

Gijón, 8 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

jueves, 6 de mayo de 2010

MIENTEN SIN COMPLEJOS

La mentira, entre los socialistas, siempre ha sido una de las herramientas políticas preferidas. Es algo que han utilizado, sin el menor reparo, de manera habitual y constante. Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa, faltar a la verdad a sabiendas, es el pan nuestro de cada día. Aquel “España no se merece un gobierno que nos mienta” fue un acto de cinismo de Alfredo Pérez Rubalcaba, auténtico campeón de, la falacia y la mentira.
En la izquierda siempre se ha mentido con desparpajo y hasta con fruición. Tradicionalmente han vivido de la mentira y la utilizaban sin pudor alguno. En su particular código de valores, no encontraban trabas o impedimentos éticos o morales que prohibieran mentir. Utilizaban la mentira como reclamo para buscar apoyos para sus posiciones políticas, pero, sin renunciar a la pillería, mentían con bastante más elegancia que Zapatero. Con Zapatero y su corte, la mentira ha perdido todo ese atractivo que arrastraba multitudes. Con los mentores actuales del socialismo español, la mentira política es ahora mucho más ramplona y rastrera. Ha perdido ese gancho que, a lo largo de la historia, encandilaba y movía multitudes. Les falta inteligencia hasta para mentir.
No es de extrañar que, al utilizar mentiras tan toscas, se descubra fácilmente el engaño y queden en ridículo ante la sociedad. Es lo que le pasó a Rodríguez Zapatero el otro día en una de las sesiones de control al Gobierno en el Congreso. Le preguntó Mariano Rajoy por los datos económicos que están llevando a España al borde del desastre. La contestación de Zapatero no pudo ser más burda. A pesar de tratarse de datos ampliamente conocidos y que, por lo tanto, no hay posibilidad de manipulación, el presidente del Gobierno obvia este hecho y se lanza al ruedo utilizando cifras económicas claramente maquilladas.
En su afán de ocultar la debacle española, Zapatero no duda en falsificar los datos de la Seguridad Social y trucar el estado de las cuentas públicas. E insiste en su mensaje puramente propagandístico. Repite una y otra vez, aunque con poca convicción, que “hay indicios de recuperación” y que “nos alejamos de la recesión”. Y fue aún más lejos en su atrevimiento: es muy posible, dijo, que en España se “haya registrado un crecimiento positivo” a lo largo de este primer trimestre del año, aunque la recuperación del empleo “será más lenta”.
Ante tales despropósitos, Rajoy, sin descender a datos muy concretos, le afeó las manifiestas falsedades sobre los ingresos del Estado y la reducción del déficit público. De ahí que no dudara en acusar al jefe del Ejecutivo de mentir a los españoles, con el agravante de hacerlo en sede parlamentaria. Mariano Rajoy termina su intervención echando en cara a Zapatero que sus “medidas económicas son una catástrofe” manifiesta y que “su credibilidad y capacidad para superar la crisis ha tocado suelo”.
Las falacias de Rodríguez Zapatero quedaron muy claras a lo largo de su alocución. Afirmó sin empacho que los ingresos del Estado crecieron, por primera vez en dos años, un 0,8% al cierre del mes de marzo pasado. La realidad es muy distinta, ya que la recaudación neta descendió un 1,9% en el primer trimestre, hasta 44.684 millones. Tampoco estuvo afortunado Zapatero al referirse al déficit. Según el presidente del Gobierno, el déficit experimentó últimamente una leve mejora. La realidad es más cruda: el Estado registró, hasta el mes de marzo, un déficit de 8.908 millones, lo que representa el 0,85% del PIB, frente al saldo negativo de 7586 millones registrados en el mismo periodo de 2009. Esto supone un aumento del 17,5% interanual. En una palabra, si anotáramos los ingresos por un lado y los pagos realizados por otro, utilizando el conocido sistema de caja, veríamos que el Estado alcanzó un déficit de 15.546 millones frente al saldo negativo de 11.345 millones del año 2009. Esto es, un 37% más respecto al primer trimestre de 2009.
Además de mentir miserablemente a los ciudadanos, todo el Gobierno está confabulado para amordazar a los medios de comunicación para que oculten las malas noticias económicas o al menos que las suavicen. Quieren tutelar las informaciones, ejerciendo de guía para dulcificar la realidad, sobre todo cuando perjudique al Ejecutivo. Es ni más ni menos lo que sucedió el pasado 28 de abril cuando la agencia Standard & Poor’s rebajó el rating de España en un grado, desde AA+ hasta AA, y con la amenaza evidente de nuevas rebajas, pues mantiene la perspectiva negativa para la deuda pública española
Teme el Gobierno que la nueva rebaja de la calidad de la deuda pública española haga dudar a los mercados de la solvencia de España y de su capacidad para cumplir con los compromisos económicos adquiridos. Esto entrañaría un serio peligro de cara al próximo mes julio, que es cuando el Tesoro debe hacer frente al vencimiento de más de 25.000 millones de euros de deuda pública. Y ésta, con ser ya una cantidad desorbitada, no es nada al lado de las necesidades totales de financiación del sector público para el año en curso, que superan con creces los 225.000 millones de euros. Agreguemos, además, las respetables cantidades de dinero que han devolver al exterior las propias entidades financieras españolas.
Tratando de minimizar los efectos peligrosos de estas informaciones, y con la excusa del “sentido de Estado”, salió en la televisión pública la ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, culpando a Grecia de los problemas de España y asegurando que “tiene un plan” efectivo, uno más, para evitar nuestra debacle económica. Con el mismo fin, el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, publica en Cinco Días un artículo para restar importancia al informe de la agencia Standard & Poor’s. Dice que “no queda claro en la nota cuáles son los elementos nuevos objetivos que han aparecido en los últimos meses".
Lo único que consigue el Gobierno con estas mentiras y disimulos, que se enquisten y se agraven peligrosamente los problemas económicos y que tengamos por delante un futuro permanentemente amenazador. Cuando hemos llegado a esta situación de tan elevado riesgo, es que no es verdad la afirmación de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega: "sabemos hacer los deberes y los estamos haciendo bien".

4 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

lunes, 3 de mayo de 2010

EL ENFRENTAMIENTO COMO SISTEMA

La frase latina “divide et vinces” fue utilizada por el emperador romano Julio Cesar para explicar su táctica en la conquista de la Galia, para lo que procuraba acentuar las rencillas existentes entre las diversas tribus del lugar. Esta paremia romana sería popularizada posteriormente por Nicolás Maquiavelo en El Príncipe. A lo largo de la historia se ha recurrido a este método, infinidad de veces, para doblegar y vencer a los enemigos ocasionales. José Luis Rodríguez Zapatero lo ha utilizado profusamente desde su accidentado aterrizaje en La Moncloa.
Fue el propio Zapatero el que lo reconoció públicamente en la emisora Cuatro, ante un micrófono que, de manera inesperada, había quedado abierto. Fue el 11 de febrero de 2008, unos días antes de las Elecciones Generales de ese mismo año. Una vez cerrada la emisión de la entrevista, el periodista Iñaki Gabilondo hace esta pregunta a Zapatero: “¿Qué pinta tienen los sondeos que tenéis?”. Es entonces cuando aparece la inoportuna confesión del presidente del Gobierno en estos términos: "Bien, sin problemas, lo que pasa es que nos conviene que haya tensión". Y por si no hubiera quedado bastante claro, Zapatero añade seguidamente: "...Yo voy a empezar este fin de semana a dramatizar un poco”.
Todo comenzó el 14 de diciembre de 2003 con las firma del obsceno Pacto del Tinell por parte del Partido Socialista de Cataluña (PSC), Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa por Cataluña-Esquerra Alternativa (ICV-EUiA). En dicho pacto, que es un ejemplo de inmoralidad política inimaginable, se acordó por escrito excluir al Partido Popular de cualquier tipo de acuerdo, que es tanto como excluir a la mitad de los ciudadanos del proceso legislativo. Y este acuerdo se llevó a rajatabla, primero en Cataluña y posteriormente en el resto de España. Fue el primer intento de resucitar el Frente Popular de 1936.
Ya metidos en la dinámica del proceso electoral, a raíz del terrorífico atentado del 11M, comienza el asalto a las sedes del Partido Popular, acto que fue alentado desde la dirección del PSOE. Ni siquiera respetaron la jornada de reflexión, previa a la jornada electoral de 2004. Rodríguez Zapatero, tan pronto se vio investido presidente, procuró buscar alianzas con fuerzas de la izquierda radical para crear un frente que deje aislado y sin opciones al Partido Popular. Desde la presidencia del Gobierno y sus aledaños, trataron de lanzar al principal partido de la oposición poco menos que a un lazareto de apestados.
Puesto que Zapatero descubrió el principio del “como sea”, puso todo su empeño en criminalizar al Partido Popular, presentando a sus miembros como los auténticos herederos de la Falange y de Franco. Estaríamos de nuevo ante un partido de la derecha más rancia, totalitaria y anti demócrata, mientras que los socialistas representarían a la izquierda moderna y civilizada. Quizás no se ha dado cuenta Zapatero que los verdaderos “hijos de papá”, los mimados del pasado régimen, militan todos en el PSOE actual. Los herederos auténticos de los privilegiados del “Movimiento” franquista, ocupan hoy cargos de responsabilidad en el propio Gobierno o en las diversas instituciones del Estado. Hay algún que otro personaje, encargado de aquella de velar por la ortodoxia del régimen, que, desde un medio de comunicación, se arroga ahora el derecho de decir quién es demócrata y quién no.
Conservar el poder “como sea” se ha convertido en la máxima aspiración de Zapatero. Como no puede aducir una buena gestión al frente del Ejecutivo, acude innoblemente a la trapacería política, en busca de un apoyo social continuado. Con este malintencionado propósito pone en marcha la desgraciada Ley de Memoria Histórica que nos ha devuelto al escenario de las dos Españas irreconciliables. Zapatero nos coloca otra vez irresponsablemente en el bochornoso pasado en que había buenos y malos; donde, en vez de adversarios políticos, había enemigos encarnizados. Y claro, ahora los malos son aquellos que no se resignaron a que España fuera una simple colonia del estalinismo y que, en buena medida, evitaron que compartiéramos la pobreza y las miserias de los pueblos satélites de la Rusia Soviética. Los buenos, en cambio, son aquellos que pusieron todo su empeño en instaurar aquí el idílico paraíso soviético que, con la dictadura del proletariado, nos iba a colmar de felicidad.
De esta manera tan lamentable se ha tirado por la borda aquel espíritu ejemplar que presidió nuestra transición política a la democracia, dilapidando aquellos logros esperanzadores de entonces. Lo prioritario para Zapatero y los suyos es la gresca y la división, de ahí que no dude en copiar de la revolución francesa el Jacobinismo, integrado por diversos clubes que se encargaban de organizar interesadamente las algaradas y los motines revolucionarios. Ese papel, aquí en España y como buenos Jacobinos, lo desempeñan los titiriteros, los del sindicato de la ceja y los sindicalistas, a los que se han agregado ahora toda una legión de ‘garzonistas’.
Ante todo hay que acentuar la división entre los españoles. De ahí que utilicen hasta las discrepancias entre jóvenes para subrayar que se trata de auténticas guerras ideológicas entre izquierda y derecha. La derecha irredenta continuaría con el pecado original de la Guerra Civil y de los casi cuarenta años de franquismo. Cualquier avatar de la vida diaria, por anodino que parezca, debidamente tratado y exagerado, puede ser muy útil para abrir heridas entre unos y otros. En este sentido, el juez Garzón era un buen pilar para organizar cacerías judiciales para desestabilizar a la oposición y mantener en vilo a la sociedad.
Cuestionar la unidad de España y propiciar su disgregación, es otra de las tareas que se ha propuesto Zapatero con el fin evidente de generar tensión entre las diversas fuerzas políticas. Recordemos su intervención en el Senado, donde apeló a la “obligación intelectual” que tiene el Gobierno de saber que nación y nacionalidad son “conceptos discutidos y discutibles” y pide al Partido Popular que abandone su fundamentalismo político. De ahí su apoyo decidido a los inventores ocasionales de esas falsas naciones.
Los ataques frontales a nuestra cultura secular y a la Iglesia han sido también profusamente utilizados por Zapatero. La legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo, y la nueva ley que institucionaliza el aborto como un derecho exclusivo de la mujer, con la propaganda malintencionada utilizada, son un ejemplo clamoroso que ha hecho mucho daño a la unidad de la sociedad. Y ahora comenzara la guerra de los crucifijos y demás signos religiosos a los que el vengativo Zapatero quiere recluir en las sacristías. La Alianza de Civilizaciones y la asignatura Educación para la Ciudadanía, juntamente con algún que otro oportuno velo o hiyab, cubren por si solas las distintas necesidades intelectuales de la sociedad española.

Gijón, 1 de Mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández