El pasado viernes 14 de octubre, el ministro Portavoz del Gobierno y ministro de Fomento, José Blanco, utilizó la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, para hacer un llamamiento a los “indignados” y les advierte claramente que, a partir de las elecciones generales del próximo 20 de noviembre, pueden empezar a sentirse terriblemente “desesperados”. Aunque dice que se trata de una “reflexión personal”, su afirmación es contundente: "Quienes hoy pueden sentirse indignados por razones que algunas entiendo podrían empezar a sentirse desesperados a partir del 20 de noviembre".
Al parecer, José Blanco aún no se ha dado cuenta de que, dejando a un lado el nebuloso, turbulento y minoritario mundo de los indignados, los ciudadanos normales, los que trabajan y generan riqueza, están ya hartos y desesperados de soportar a un Gobierno de ineptos que no hace más que empobrecerles y complicarles la vida. Si con el 20-N, como se espera, llega la derecha, de estar desesperados, pasarán con toda seguridad a estar esperanzados. Y eso que el Partido Popular quizás no sea hoy la derecha que quisiera la mayoría de los españoles, ya que entre sus dirigentes, según piensan muchos, hay personas excesivamente ambiciosas, que carecen de principios morales firmes y que suelen conformarse con las apariencias. Dan a entender que se trata de una derecha, un tanto descafeinada, como la derecha propugnada por Jesús de Polanco.
Tanto José Blanco como Alfredo Pérez Rubalcaba intentan demonizar a la derecha, culpándola de paso de todos los males que el socialismo ha ocasionado a los españoles. Simultáneamente buscan la manera de congraciarse con ese conglomerado heterogéneo de los indignados, en el que nos encontramos con los perroflautas que apadrina Rubalcaba, con hippiosos y punkarras de todos los pelajes, con anarkas y okupas, con activistas del movimiento antiglobalización y algún que otro despistado que no sabe dónde está. Buscan desesperadamente el voto de estos revoltosos inveterados, muchos de los cuales hasta están reñidos con la higiene y que, por lo general, tienen una pinta inconfundible de auténticos haraganes.
Sin molestarse en pedir el correspondiente permiso, los indignados convocaron manifestaciones en toda España para el día 15 de octubre. Lo hicieron, eso si, a sabiendas de que contaban con el beneplácito del Ministerio de Interior, como ya había sucedido en vísperas de las pasadas elecciones locales y autonómicas. Ni siquiera José Blanco puso pega alguna a la convocatoria de estas manifestaciones, cuando se refirió a ellas en la rueda de prensa del día anterior. Simplemente dijo que el Gobierno "sigue atentamente y presta atención" a todas las manifestaciones ciudadanas, “que quieran avanzar en la calidad” de la democracia y que "planteen legítimamente propuestas, alternativas, reivindicaciones y demandas". Explica, eso sí, que el Gobierno espera que esa jornada transcurra "de forma pacífica y sin incidentes" en toda España.
Este sábado también se celebraron cientos de marchas de supuestos indignados por todo el mundo, aunque prácticamente todas ellas fueron meramente testimoniales. En Tokio por ejemplo, los manifestantes no pasaron de las cien personas. Pero aún así, los españoles se mostraban orgullosos por haber universalizado “la semilla” del descontento y de las protestas generalizadas. Dicen que la expansión internacional de las protestas es ya un hecho innegable y que ha cobrado especial fuerza en Estados Unidos bajo el lema 'Ocupa Wall Street'. Piensan que, en no tardando mucho, todas las calles de las principales ciudades del mundo serán un clamor generalizado contra el poder político y financiero.
En España, las manifestaciones más importantes tuvieron lugar en Madrid y Barcelona, donde los manifestantes, además de privatizar temporalmente los espacios públicos habituales, ocuparon impunemente sendos edificios. Y el Ministerio del Interior con Antonio Camacho al frente, como ya hiciera hace cinco meses siendo ministro del ramo el propio Rubalcaba, no se dio por enterado. Más bien se dedicó a proteger ese movimiento al ordenar a la policía que no molestara a los manifestantes, que no respondiera a las posibles provocaciones de los mismos y que, sobre todo, fueran “tolerantes” con ellos. Hasta los mismos medios de comunicación públicos y algunos privados como Radio Nacional de España, la cadena SER y La Sexta entre otros, estuvieron animando todo el día a los ciudadanos para que acudieran a esa marcha de indignados.
Si en el pasado mayo los activistas anti sistema ocuparon impunemente la Puerta del Sol de Madrid llenándola de chabolas y de basura, ahora han ido más lejos y de madrugada ocupaban, en pleno centro de Madrid, el viejo edificio del Hotel Madrid en la calle Carretas que estaba vacio. Según dicen, piensan “resistir pacíficamente” en este edificio, hasta que se haga cargo de él la Plataforma de afectados por la Hipoteca para cobijar a familias que han sido desahuciadas. Otro tanto ha ocurrido en Barcelona, donde sin oposición alguna, los indignados ocuparon un bloque de reciente construcción en el número 24 de la Calle Almagro de la Ciudad Condal. Quieren albergar en este bloque a ocho familias que fueron desahuciadas de sus pisos y que estaban en contacto con las asambleas de barrio del movimiento.
Tanto en Madrid como en Barcelona, un grupo de estos ultraizquierdistas, supuestamente indignados, hacen guardia en la calle, a las puertas de los edificios ocupados para hacer frente a la policía, si les da por personarse en esos lugares. Aunque está muy claro que no entra en los planes de los responsables de Interior actuar contra los manifestantes que provocan estos desmanes, como sería su obligación. Recordemos que los ministros no solamente juran o prometen cumplir las leyes, si no que se comprometen solemnemente, como es natural, a cumplirlas ellos y a hacerlas cumplir también. Y es que quieren tener operativos a estos grupos para lanzarlos a la calle y complicar la vida al nuevo Gobierno del Partido Popular.
Gijón, 16 de octubre de 2011
José Luis Valladares Fernández