martes, 28 de mayo de 2013

3.-De la euforia a la desilusión más absoluta


La euforia desatada por la extraordinaria mayoría absoluta conseguida en la jornada electoral del 20 de noviembre de 2011 por el Partido Popular, duró poco más de un mes. Se desvaneció prácticamente el 30 de diciembre, con la celebración del segundo  Consejo de Ministros. El primero tuvo lugar siete días antes, el  23 del mismo mes, unas horas después de jurar sus cargos ante el rey Juan Carlos I. Pero aquí no pasó nada porque no fue más que un Consejo de Ministros puramente protocolario, destinado más bien  al nombramiento de cargos oficiales.

Fue mayúscula la decepción que se llevaros los electores cuando conocieron los distintos acuerdos adoptados en el Consejo de ministros del 30 de diciembre de 2011. Estaban enormemente ilusionados con el programa electoral del Partido popular y esperaban que Mariano Rajoy pidiera cuentas ese mismo día a José Luis Rodríguez Zapatero y a su equipo ministerial por su manera de afrontar la crisis económica. Pero no fue así. En vez  de exigir al menos responsabilidades políticas por el desastre económico que provocaron, se dedicó inesperadamente a premiar su labor, como si hubieran prestado a la comunidad nacional algún servicio admirable y meritorio.

En dicho Consejo de Ministros, el nuevo Ejecutivo de Rajoy decide condecorar a todos los miembros del Gobierno saliente. Al ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero se le concede el Collar de la Orden de Isabel la Católica, como si hubiera hecho algo positivo y relevante en beneficio de España y sus gentes. Al ex vicepresidente de Política Territorial, Manuel Chaves, le otorga  la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Los demás miembros del Gobierno fueron agraciados con la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.

En este Consejo de Ministros, además de condecorar inmerecidamente a los miembros del Gobierno anterior, Mariano Rajoy se olvida de una de sus promesas más solemnes de toda la campaña electoral pasada: la de no subir impuestos si ganaba las elecciones. Pero incumple su palabra y, cuando nadie lo esperaba,  nos sorprende con una subida del IRPF entre el 0,75% para las rentas más bajas y el 7% para las más altas. Entre ambos porcentajes, hay varios valores intermedios, de acuerdo siempre con el total de los ingresos. Y por si fuera esto poco, penaliza también el ahorro con un 2%, un 4% o un 6%, dependiendo, claro está, del volumen del ahorro. Tampoco se libra de la quema la contribución urbana que se incrementa en un 4%, un 6% o un 10%, de acuerdo con la fecha de su revisión catastral.

 Será verdad que se trata de un incremento fiscal extraordinario y con fecha de caducidad, como dicen ya que se aplicará exclusivamente durante los ejercicios 2012 y 2013. Hoy sabemos que se ha ampliado su vigencia también para el año 2014. Pero esta incomprensible decisión del nuevo Gobierno, además de enfadar a una inmensa mayoría de ciudadanos, limitó considerablemente el poder adquisitivo de las familias españolas y desestabilizó gravemente sus presupuestos. El mismo Mariano Rajoy reconoció, unos días más tarde, que fue una medida extremadamente “dura y dolorosa”, pero que no había tenido otra opción. Dice que estas subidas, no perjudican, en absoluto, ni pone en peligro el estado de bienestar. Se trata más bien de protegerlo, ya que según sus palabras, “para mantenerlo, se necesitan dinero, crecimiento económico y empleo”.

martes, 21 de mayo de 2013

2.- Necesitamos cambiar de rumbo


Los líderes carismáticos, capaces de arrastrar muchedumbres sin apenas esfuerzo, tienen que nacer, como los poetas o los pintores y después cultivar adecuadamente esos dones innatos. Si carece del imprescindible atractivo personal y el  necesario don de gentes, por mucho que lo intente, será incapaz de atraer y fascinar a las multitudes. Es cierto que las masas o  muchedumbres, tienen en su ADN vocación de rebaño.  Pero aún así,  los líderes prefabricados, los de diseño, no llegarán jamás a seducirlas ni a sacar lo bueno que pueda haber en ellas.

Y este es precisamente el caso de Mariano Rajoy. La naturaleza no fue muy generosa con él, ya que no le dio mucho don de gentes  ni demasiado atractivo personal. Así que, si no se produce algún hecho extraordinario que le ayude a sacudir las conciencias, será incapaz de persuadir y arrastrar a las masas. Es ni más ni menos  lo que le pasó en las elecciones generales del 9 de marzo de 2008. Los votantes le dieron la espalda y siguieron apoyando a José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar  de su impericia e incompetencia.

Fue el 11M lo que llevó a Zapatero en 2004 a La Moncloa. Y desde que llegó, se dedicó metódicamente a arrasar todas las instituciones básicas de la sociedad española. Le molestaban de manera muy especial las creencias tradicionales y los valores morales típicos de la cultura occidental,  por lo que intentó sustituirlos por otros más acordes con una izquierda laicista y descreída. Trató de reescribir la historia a su antojo, enfrentando a unos españoles contra otros con su arbitraria Ley de Memoria Histórica. Destrozó a sabiendas la unidad de España alineándose con grupos radicales y separatistas a cambio de ayuda para imponer su propio proyecto cultural. Y a pesar de todo esto, en las elecciones de 2008, los ciudadanos dieron la espalda a Rajoy y volvieron a apoyar a Zapatero, nefasto Poseidón que se empañaba  en borrar hasta el último vestigio de nuestra cultura ancestral.

Las cosas cambiaron radicalmente en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011. Rodríguez Zapatero, con sus ocurrencias e improvisaciones, llevó a España al borde de la quiebra, destrozó totalmente el tejido empresarial, con lo que el paro alcanzó cifras realmente alarmantes. Ante tal desastre social y económico, los ciudadanos salieron de su letargo y se volcaron de manera masiva con Rajoy, dándole esa mayoría absoluta tan extraordinaria.

Pero no fue ni el carisma de Mariano Rajoy, ni su simpatía personal lo que arrastró a tanta gente en esas elecciones. Esos comicios no los ganó Rajoy, los perdió el propio Zapatero. Su mala gestión de la crisis económica  fue determinante en tan catastrófico resultado. Empezó negando tozudamente la existencia de esa crisis y, en consecuencia, no hizo nada por prevenirla y para paliar sus efectos. Si se hubiera enfrentado a ella con medidas y reformas estructurales precisas, cortando de paso tanto derroche innecesario de dinero público, Rajoy no habría tenido opción alguna.

La gestión tan descabellada que hizo Zapatero de la crisis económica, tuvo consecuencias funestas para él y hasta para su partido. Los enfrentamientos parlamentarios con Rajoy hicieron el resto.  Los reproches y las contestaciones inapelables del jefe de la oposición sintonizaban perfectamente con el sentir mayoritario de la ciudadanía. Cada vez que venía a cuento, Rajoy le echaba en cara, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, su prolongado empecinamiento en negar la crisis ya que, con su inacción, no hacía nada más que generar desconfianza en los mercados financieros, ahuyentando las inversiones extranjeras y generando más paro.

A partir de mayo de 2010, Mariano Rajoy  parecía ya un comisionado de la mayor parte de los ciudadanos y, como tal, aprovechaba las sesiones de control al Gobierno de cada miércoles para criticar duramente los recortes exagerados de Zapatero. Sus contundentes frases por la subida del IVA, la congelación de las pensiones y la reducción  del salario de los funcionarios, parecían dictadas directamente por los perjudicados con esas medidas.

El 12 de mayo de 2010, compareció Zapatero ante el Congreso para dar cuenta de estos recortes tan extremadamente duros e insolidarios. No encontró otra manera mejor de reducir el déficit público. La contestación de Rajoy no pudo ser más precisa: "Reducción del déficit sí, pero no así, no haciéndolo recaer sobre los más indefensos". Y agregó que este lote de recortes es "profundamente injusto", "ineficaz", y que "hace que los errores cometidos por el Gobierno y por su presidente lo paguen pensionistas y funcionarios públicos que no tienen la culpa". Y además, "ni sirve para que la economía crezca, ni sirve para crear empleo".

Con la subida del IVA, el entonces jefe de la oposición fue muy claro, y la calificó de "insolidaria, injusta, contraproducente y además ineficaz". Rajoy no se mordió la lengua y llegó a decir de tan injustificado incremento del IVA que era  “el sablazo que el mal gobernante le pega a todos sus compatriotas”. Lo culpó directamente de llevar a cabo "el mayor recorte de derechos sociales en la historia de la democracia", terminando con esta acusación: "Es usted el presidente que más ha empobrecido a los españoles y el que ha hecho más recortes que nunca".

A estas alturas de la fiesta, la mayor parte de los ciudadanos españoles, ya se habían dado cuenta del tremendo desastre originado por un presidente del Gobierno inepto y, sin lugar a dudas, tremendamente perverso y malvado. Como si fuera el caballo de Atila, destrozó completamente todo lo que tocaba, como la economía, la unidad de España y la igualdad entre los españoles. Al comprobar que estábamos  hundiéndonos en la ruina más absoluta, la gente comenzó a tener en cuenta lo que proclamaba continuamente Mariano Rajoy y comenzaron a ver en él su única tabla de salvación.

Al comparar lo que había hecho Zapatero y lo que predicaba Rajoy,  fueron muchos los ciudadanos que llegaron a la conclusión de que se habían equivocado gravemente en las elecciones generales de 2008 al decidirse por José Luis Rodríguez Zapatero. Y querían poner remedio lo más rápidamente  posible a tan funesta situación por la que estábamos pagando un  precio exageradamente alto. De ahí ese deseo prácticamente unánime de que Zapatero decretara el fin de esa legislatura y convocara nuevas elecciones.

Aunque demasiado tarde, y después de causar un tremendo daño, sobre todo a las clases medias, Zapatero disuelve las cortes y convoca elecciones generales para el 20 de noviembre de 2011. Augurando un tremendo fracaso, se mantiene al margen y es Alfredo Pérez Rubalcaba,  su antiguo todopoderoso ex vicepresidente del Gobierno, el que le sustituye en esa contienda electoral. Y en los primeros compases de la precampaña y campaña electoral, Mariano Rajoy mantuvo el alentador discurso de sus enfrentamientos dialécticos con Zapatero.

Despertó un interés muy especial su duelo con Rubalcaba en el debate electoral del 7 de noviembre de 2011. Sus afirmaciones de ese día no defraudaron, fueron todas especialmente contundentes y esperanzadoras y en línea con las propuestas de su programa electoral. Concordaban además con lo que siempre ha predicado la derecha tradicional española y con lo que esperaban todos aquellos que vienen de vuelta, o se han vacunado a tiempo contra el zapaterismo.

Ambos contendientes se enzarzaron en un combate dialéctico sobre la mejor manera de afrontar los principales problemas que nos afectan y que preocupan hondamente  a todos los colectivos y la mejor manera de solucionarlos. Salió a relucir en tan interesante cara a cara el paro, el déficit,  la deuda pública, las prestaciones por desempleo y la alarmante pérdida de poder adquisitivo de los salarios y de las pensiones. Y también, cómo no, el estado de bienestar y la burbuja inmobiliaria. Para Mariano Rajoy, era el Gobierno el verdadero responsable de la gravedad de la situación económica por incuria o por ignorancia, o por ambas cosas a la vez.

Comienza señalando Rajoy que, en el año 2007, Alemania, Francia y España tenían la misma tasa de desempleo, un 8,2%. La evolución del paro desde 2007 hasta noviembre de 2008, en estos tres países es radicalmente distinta, aunque los tres soportaron exactamente la misma crisis económica. Mientras que Alemania lograba reducir su tasa de desempleo al 5,2%, Francia la elevaba hasta el 9,8%, un 1,6% más que en 2007. España, sin embargo, rompe todas las expectativas y nos vamos hasta un preocupante 22% de paro. Aumentamos la tasa de desempleo nada menos que un 14%. Esto indica claramente que ha tenido que haber algo más que una crisis internacional, y ese algo no puede ser más que la deficiente actuación del Gobierno.

El candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, acusaba insistentemente a Rajoy de moverse en una “ambigüedad calculada” para no desvelar  su programa, y le pedía una y otra vez que explicara detalladamente las medidas que pensaba tomar. La contestación de Mariano Rajoy fue inmediata y sumamente concluyente: “Usted me atribuye intenciones y programas ocultos.  Permítame que le diga que lo que yo voy a hacer lo diga yo. Usted subió el IVA a la gente y no lo llevaba en su programa. Pero yo no soy como usted, yo lo que no llevo en mi programa no lo hago”.
Y Mariano Rajoy continuó desgranando pausada y pormenorizadamente todo lo que tenía que cambiar en España para salir de la crisis y volver a crear empleo. Urge, ante todo, recuperar nuevamente la credibilidad que hemos perdido. Y para eso, hace falta “Primero, un cambio político. En segundo lugar, un gobierno competente. Es decir, con ministros que sepan de lo que hablan, que se conozcan bien los temas y se los estudien. En tercer lugar, decir la verdad y hacer un buen diagnóstico. Y en cuarto lugar, un plan. Hay que poner fin a esa etapa de ocurrencias, improvisaciones, rectificaciones, un plan”.

Nada que objetar a estos planteamientos de Mariano Rajoy, ya que las medidas que aquí propone, las aplicó José María Aznar en 1996 y obtuvo con ellas un resultado excelente. Hoy, quizás se necesite algo más, haría falta racionalizar y adelgazar  convenientemente  nuestra desmesurada Administración. Y si bajamos impuestos y no gastamos más de lo que en realidad se recauda, que es lo que propone aquí Rajoy, la recuperación económica está servida. Y los ciudadanos así lo entendieron y respondieron entusiásticamente con sus votos, dando así lugar a esa extraordinaria mayoría absoluta, la mayor de nuestra historia democrática.

José Luis Valladares Fernández

domingo, 12 de mayo de 2013

1.- Del engaño a la crisis económica


En España, desde que José Luis Rodríguez Zapatero asumió la Presidencia del Gobierno, comenzamos todos a vivir opulentamente, gastando dinero sin control alguno. Nos comportábamos como si nos sobrara el dinero, comprando a lo loco hasta el más absurdo de los antojos. Y entre tanto, el Gobierno de Zapatero disfrutaba repartiendo dinero a manos llenas. Entre los agraciados estaban los sindicatos, los titiriteros, los colectivos de gais y lesbianas nacionales y extranjeros y las más insospechadas ONGs. También participaban de este generoso reparto los distintos tiranos que aún hoy siguen esclavizando a sus pueblos en cualquier parte del mundo. Entre los agraciados, tenemos a los Hnos. Castro, Hugo Chávez y Evo Morales y, cómo no,  hasta el Sultán de  Marruecos. Y es que, tanto Zapatero como los que le rodeaban, pensaban que el dinero de la caja pública era inagotable.
Sin que nadie lo esperara, y menos en España, se produce una galopante pérdida  de liquidez en el sistema bancario estadounidense. Todo un cataclismo económico, el más grave desde el ‘crack’ del 29, conocido también con el nombre ‘La Gran Depresión’. El resultado inmediato, como entonces, fue devastador y propició inevitablemente la quiebra de más de medio centenar de bancos y varias entidades financieras. Ni la reacción inmediata del Gobierno de Estados Unidos, inyectando cientos de miles de millones de dólares, fue capaz de evitar su bancarrota.
Entre las entidades financieras involucradas están, entre otras,  los bancos de inversiones Lehman Brothers y Bear Stearns,  la aseguradora AIG y las dos mayores entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. Una de las unidades del  banco de inversiones Lehman Brothers estaba especializada  en la concesión de créditos a clientes con muy poca solvencia y el exceso de hipotecas basura le llevó irremediablemente a declararse en quiebra el 15 de septiembre de 2008. El Gobierno de Estados Unidos se mantuvo al margen y no acudió en su ayuda. Sí acudió, en cambio, en auxilio del Bear Stearns, cuando se desplomaron sus acciones en la Bolsa de Nueva York, evitando así que su colapso afectase a otras instituciones.
Otro tanto pasó con la American International Group (AIG), líder mundial de seguros y servicios financieros. La aseguradora AIG había apostado fuertemente por las hipotecas de alto riesgo, las famosas ‘subprime’, lo que supuso una enorme pérdida millonaria.  Otro tanto le ocurrió con los seguros que hacía a sus clientes, para prevenir los posibles riesgos de quiebra de las empresas en las que hubieran invertido sus dineros. La marcha de la economía fue determinante para que esta entidad perdiera el 92% de su valor en bolsa y no pudiera hacer frente a las pérdidas acumuladas, bastante más de los 18.000 millones de dólares. Para evitar que la quiebra de AIG arrastrara fatalmente a todo el sistema financiero mundial, la Reserva Federal de los Estados Unidos se hizo con el 80% de sus activos.

viernes, 3 de mayo de 2013

CÁNDIDO MÉNDEZ SE RETRATA


Acaba de celebrarse en Madrid el 41 Congreso Confederal de la UGT y, como era de esperar, volvió a ser reelegido, cómo no, el inevitable Cándido Méndez para continuar al frente de la Secretaria General del sindicato socialista. Los delegados que asisten a dicho congreso, además de criticar duramente la austeridad y la política económica del Gobierno del Partido Popular, acuerdan hacer una llamada a los afiliados para que defiendan  “con ahínco la honestidad y el compromiso de nuestros cuadros y dirigentes sindicales”. Quieren que se les desvincule del cobro de comisiones ilegales en las regulaciones de empleo de Andalucía.

Deciden igualmente, y también por unanimidad, limitar a tres los mandatos a los que pueden optar los distintos cargos de la organización sindical. Acto seguido proceden a la elección de la Comisión Ejecutiva que se ocupará de dirigir la UGT durante los próximos cuatro años. Y por lo que parece, se olvidan inmediatamente de los acuerdos que acaban de adoptar, ya que la mayor parte de los que forman la directiva elegida, sobrepasa con creces el número de mandatos sucesivos, fijados previamente en dicho Congreso. Cándido Méndez, por ejemplo, es elegido por sexta vez consecutiva como responsable máximo del sindicato de la UGT.

Entre el 10 y el 13 de abril, era francamente irrespirable el ambiente en el número 25 de la Avenida de América, sede actual del sindicato socialista. Y es que todos los allí reunidos, y muy especialmente los aspirantes a formar parte de los distintos órganos confederales, atufaban todos ellos  a naftalina o al alcanfor utilizado por la abuela. Y el que más apestaba era precisamente el propio Cándido Méndez, que viene practicando impunemente un rancio caciquismo sindical, desde su cargo de secretario general de la UGT, nada menos que desde el año 1994. Y, ¡faltaría mas!, como hubiera hecho Felipito Tacatún, volvió a decir “yo sigo”.

Cándido Méndez nació en Badajoz en enero de 1952 y se afilió al PSOE y a la UGT en el año 1970. Su ascenso en la estructura sindical fue meteórico. En 1978 fue elegido secretario de Acción Reivindicativa de la Comisión Ejecutiva Provincial, pasando a ocupar la Secretaría General de la UGT-Jaén en 1980 y secretario general de la UGT-Andalucía en 1986. Ocupó este cargo hasta que, en 1994 sustituyó a Nicolás Redondo en la Secretaría General de la UGT a nivel nacional. Fue también diputado por el PSOE en el Parlamento Nacional entre 1980 y 1986 y parlamentario en la Cámara de Andalucía entre 1986 y 1987.

La manera de actuar sindicalmente del actual secretario general de la UGT y la de sus más directos colaboradores, es plenamente coincidente con la del sindicato amarillo o vertical, al que no se cansan de denostar. Y es normal que sea así, ya que fue en la Organización Sindical Española de la Falange, donde muchos de ellos dieron sus primeros pasos y algunos llegaron incluso a ser miembros aventajados. No les falta nada más que participar en alguna exhibición majestuosa como las que celebraban  entonces todos los 1 de mayo en el estadio Santiago Bernabéu.