martes, 30 de julio de 2013

11.-Artur Mas se aprovecha de las indecisiones de Rajoy

Desde que llegó a la Presidencia de la Generalidad Artur Mas, el acoso del independentismo catalán al Gobierno de España es terriblemente asfixiante. Es cierto que los anteriores presidentes autonómicos de esa Comunidad también eran sumamente exigentes, sobre todo el honorable Jordi Pujol, y no hacían  más que pedir competencias. Pero eran mucho más diplomáticos y sabían aprovecharse de las circunstancias para conseguir importantes beneficios sin el descaro ni las amenazas del actual presidente catalán.

Con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa, eran francamente muy pocos los problemas, que encontraba Artur Mas para dar cumplida satisfacción a sus sueños estrambóticos. Es sabido que Zapatero era muy proclive a todo tipo de componendas con los nacionalistas de cualquier calaña o con quien fuere, para prolongar indefinidamente el aislamiento y la agonía del Partido Popular. Eso es lo que le llevó, en enero de 2006, a reunirse secretamente con Mas, cuando este no era nada más que el líder CIU, y pactó con él  el nuevo “Estatut” que sería aprobado por el pueblo catalán en el verano de ese mismo año.

No cabe duda que Zapatero, como dijo el propio Artur Mas,  “se mueve por la pura táctica del día a día”. De ahí que, andando el tiempo, respaldara abiertamente la reivindicación del mayor autogobierno que pedían los nacionalistas y que tratara de recuperar aquellas partes del “Estatut”  anuladas por razones de forma por el Tribunal Constitucional. Hasta se mostró dispuesto, faltaría más, a impulsar los cambios legislativos pertinentes para recuperar íntegramente hasta las partes del texto que fueron declaradas anticonstitucionales.

En las elecciones catalanas  de noviembre de 2010 gana por fin las elecciones. Era la tercera vez que, de forma consecutiva, concurría a las elecciones como candidato de CIU a la presidencia de la Generalidad. Como la formación política de Convergencia i Unió ganó mayoritariamente las elecciones, fue investido presidente de la Generalidad de Cataluña el 23 de diciembre de 2010 gracias a los votos de su propio grupo parlamentario y, por supuesto, a la abstención del Partido de los Socialistas de Cataluña acordada previamente con Zapatero.

Las concesiones de Rodríguez Zapatero al nuevo presidente del Gobierno catalán no se hicieron esperar. Comenzó retirando el recurso, planteado por el Gobierno central, contra la convocatoria hecha por la Generalidad para crear 1245 nuevas plazas de docentes, destinadas básicamente a profesores de secundaria. El desbloqueo inesperado de dicha convocatoria dio  alas al Gobierno autonómico de Cataluña,  lo que llevó a su portavoz,  Francesc Homs, a exclamar exultante: "Se puede decir que hemos ganado un pulso al Gobierno del Estado".

lunes, 22 de julio de 2013

10.-El poder adquisitivo de las pensiones en entredicho

El comportamiento decepcionante del Gobierno de Mariano Rajoy ha incrementado desmesuradamente el descontento y la insatisfacción de los ciudadanos por la falta continuada de perspectivas económicas fiables. Se habían hecho muchas ilusiones al constatar que el Partido Popular concurría a las elecciones de noviembre de 2011 prácticamente con el mismo programa que en 1996 y que tan buenos resultados dio entonces.

Pero Rajoy falló estrepitosamente y no cumplió ninguna de sus esperanzadoras promesas. En vez de desarrollar su propio programa, lo archiva inesperadamente y, como si no hubiera habido cambio de Gobierno, sigue practicando la política socialista de los recortes  y  subidas de impuestos. La frustración sufrida por  los ciudadanos fue enorme y sirvió para que creciera considerablemente el descontento y la protesta callejera. La desafección hacia la clase política adquirió rápidamente caracteres alarmantes, y aunque con demasiado retraso terminó por preocupar a los de la casta.

Es muy posible que el Gobierno haya decidido efectuar, por fin, alguna reducción de la administración pública, a costa de los políticos, por miedo a que esa desafección política adquiera proporciones incontrolables. Fue Soraya Sáenz de Santamaría la que comunicó los detalles de tan interesante  iniciativa el pasado 22 de junio, con estas palabras: llegó la hora del "sacrificio de los políticos”. Se trata de acabar con las duplicidades administrativas y, esta vez, tienen que ser los políticos los que sumen su esfuerzo al que, por exigencias de la crisis, vienen realizando últimamente los ciudadanos de a pie, los que menos culpa tienen del desaguisado económico.

Pero esta reforma de las administraciones, además de llegar demasiado tarde, es claramente insuficiente. Como la mayoría de las reformas pilotadas por Mariano Rajoy nace ya descafeinada y van a eliminar muy pocos comederos de los utilizados por las cúpulas de los partidos para pagar favores y colocar a familiares, amigos y conmilitones. Van a desaparecer simplemente algunas entidades regionales, no muchas, y fusionará otras pocas con distintos organismos estatales que ofrezcan los mismos o parecidos servicios, siempre y cuando las Comunidades Autónomas no decidan lo contrario.

El recorte sobre el gasto público total, derivado de esta sombra de reforma administrativa, será necesariamente muy exiguo, ya que las instituciones que desaparecerán con ella tienen muy poca entidad. No se suprimen, sin embargo otras que comportan gastos cuantiosos y que, además, son perfectamente inútiles, como el Senado, ese majestuoso cementerio de elefantes, donde se entretienen unos y otros hablándose a través de intérpretes, aunque todos ellos sepan perfectamente el español.

jueves, 11 de julio de 2013

9.-Más cargas fiscales para las familias y las empresas

Todos recordamos la matraca que nos dieron los socialistas, repitiéndonos día y noche que  los impuestos en España eran muy bajos y que, para tener unos servicios públicos de primera como en los países de nuestro entorno, habría que subirlos para que fueran homologables a los del resto de Europa. Esta afirmación era radicalmente falsa,  porque los españoles llevaban ya muchos años soportando una presión fiscal mucho más alta que la mayor parte de los europeos. Pero es  igual. Necesitaban dinero y, para eso,  nada mejor que atracar  una vez más a la clase media, subiendo desconsideradamente sus impuestos.

Pero como se trata de una medida altamente impopular, iniciaron con suficiente antelación ese bombardeo constante de que España cuenta con una base impositiva muy por debajo de los demás países de Europa. De este modo tan singular prepararon el ambiente para realizar esa subida sin trabas y con el menor coste político posible. Cuando llegó la hora de aprobar la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010, fijaron en un punto la subida del IVA reducido, y en dos puntos el del tipo general. No contentos con esto, eliminaron de un plumazo la deducción de 400 euros del IRPF,  que ellos mismos utilizaron como gancho para ganar las elecciones generales de 2008.

Pero esta subida del IVA y la no deducción de los 400 euros a la hora de realizar la declaración de la renta, sirvió de muy poco al Gobierno presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero. Era tan alto su despilfarro que, en mayo de 2010,  no tuvo más remedio que pedir  otro “esfuerzo extraordinario” a los paganini de siempre y presentar el mayor plan de ajuste social de la democracia: redujo los salarios del sector público un 5% de media en 2010, y los congeló además durante el año 2011; suspende la revalorización de las pensiones en 2011 y reduce considerablemente las ayudas al desarrollo y a la inversión pública estatal.

Llega Mariano Rajoy a La Moncloa y, sin pensárselo dos veces, asume íntegramente las tesis defendidas desde siempre por los que debieran ser sus adversarios políticos, los socialdemócratas que todos conocemos. Olvidándose incomprensiblemente de los enormes sacrificios económicos que ya habían hecho los ciudadanos, decide esquilmarles una vez más con una subida inmediata del IRPF. Este incremento inesperado de la presión fiscal provocó un enorme descontento social generalizado, que prendió incluso entre muchos miembros de su propio partido.

lunes, 1 de julio de 2013

8.-Llevamos un rumbo equivocado

Hasta el propio Mariano Rajoy reconoce abiertamente que esta legislatura acabará, sobre poco más o menos, con 1.300.000 parados más que cuando el Partido Popular ganó las elecciones en noviembre de 2011. Para quitar hierro a tan catastrófica perspectiva, no duda en afirmar que "Estas previsiones pueden frustrar a mucha gente, los anhelos, los deseos, los sentimientos de muchas personas. Pero quiero decirles que el Gobierno sabe lo que hace y pronto empezaremos a crecer". Y añade sin titubear: "El Gobierno sabe adónde va, hay que tener paciencia y ser perseverantes".

Si el presidente del Gobierno está plenamente convencido de que, en esta legislatura, se van a destruir todos esos empleos y mantiene intacta su política de recortes y de subidas de impuestos, es que no sabe adónde va. Y si lo sabe y mantiene tales medidas, a pesar de augurar unos resultados tan catastróficos, es que quiere emular al poderoso conde Lozano, inmortalizado magistralmente por Guillen  de Castro en Las mocedades del Cid. En cierta ocasión, ofuscado por un tremendo arrebato de ira, el arrogante conde propinó una bofetada al anciano padre del Cid, don Diego Laínez. Y el conde, en vez de pedir disculpas para no enfrentarse directamente a don Rodrigo en una pelea a muerte, nos sale con estos versos:

                                     “Esta opinión es honrada:
                                     procure siempre acertarla
                                     el honrado y principal;
                                     pero si la acierta mal,
                                     defendella y no enmendalla”.

Es evidente que Mariano Rajoy ha arriado varias banderas que, durante años, han sido el santo y seña del Partido Popular. En vez de aplicar el programa tradicional de su partido, ha optado inexplicablemente por actuar como si fuera un consumado socialdemócrata. El descontento se fue apoderando, poco a poco, de la masa social que le dio su apoyo. El enfado y la desilusión se están apoderando también de una buena parte de los miembros de su propio partido.

O se cambia de rumbo o el desastre del Partido popular va a ser morrocotudo. Para poner remedio a tiempo, entra en escena José María Aznar, recomendando sin ambages a Mariano Rajoy que enderece el rumbo peligroso de su política y de su Gobierno y aplique su propio programa electoral. No dudó en afirmar que "Hace falta cuidar a las clases medias de este país y bajar los impuestos", y que “ahora” es más “urgente” que nunca emprender una reforma fiscal profunda. Y recordó seguidamente que en 1998 el Partido Popular acometió una reforma fiscal similar a la que hace falta ahora y bajó los impuestos, cosechando un rotundo éxito.