jueves, 23 de enero de 2014

LA CASTA POLÍTICA EPAÑOLA

En la mitología griega se nos narra la vida de un héroe legendario, cuyo nombre aparece repetidamente en la Ilíada y que da nombre a la Odisea. Se trata de Odiseo, el famoso rey de Ítaca. En la antigua Roma, le llamaban Ulises. Como otros muchos reyes y príncipes de los reinos más cercanos,  se sintió fuertemente atraído por la belleza extraordinaria de Helena. Y como todos ellos, acudió al palacio de Tíndaro, rey de Esparta, con la ilusión de conseguir la mano de su hija.

Eran tantos y tan importantes los pretendientes de Helena,  que Odiseo comprendió muy pronto que tenía muy pocas posibilidades de éxito. Y es entonces cuando pone sus ojos en Penélope, la sobrina del rey de Esparta. Por otro lado, Tíndaro tenía un enorme problema para elegir entre todos estos aspirantes. Sabía que todos ellos eran muy poderosos y temía que, al elegir a uno de ellos, los demás se sintieran heridos y se enfrentaran a él. Cuando Odiseo se enteró de los apuros en que estaba Tíndaro, le ofreció su ayuda a cambio, eso sí, de la mano  de su sobrina Penélope, si no era él el elegido.

Aceptada la oferta por el rey de Esparta, Odiseo le aconseja que sea su hija Helena la que elija a uno de ellos. Pero antes de la elección, todos los pretendientes deberán jurar obligatoriamente, que  respetarán la decisión que se tome y que defenderán firmemente al elegido contra cualquier agravio que pudiera surgir en el futuro. Cumplidos estos trámites, Helena prefirió  a Menelao por ser el más rico de todos los aspirantes. A continuación se celebro la boda, juntamente con la de Penélope y Odiseo, cumpliéndose así lo acordado entre este y Tíndaro.

En Esparta, todo era felicidad y lo mismo en los reinos más cercanos. Disfrutaban intensamente de una paz envidiable hasta que inesperadamente llegó Paris, el hijo de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo, a la corte de Esparta. Aquí estaba Helena, la mujer más bella del mundo que le había prometido la diosa Afrodita.  Con la ayuda de la diosa de la lujuria, el príncipe troyano Paris, logró seducir a Helena. Y aprovechando que Menelao estaba celebrando en Creta los funerales de su abuelo Catreo, Paris huyó a Troya, llevándose a Helena y una cantidad considerable de riquezas. Los ciudadanos de Troya, juzgando que esto era una clara ofensa hacia el rey Menelao, querían que Helena fuera devuelta inmediatamente a Esparta. La familia real troyana, sin embargo,  a pesar de la recomendación de sus vasallos, decidió que Helena se quedara en Troya con Paris.

La clase política española, la Casta que nos gobierna, ha decidido emular a Paris, el príncipe de Troya, y con la mayor naturalidad del mundo, ha hecho de la “res-pública” su finca particular, arrebatándonos hasta nuestra soberanía nacional. Los políticos que aspiraban a vivir del cuento porque les iba la marcha, o porque no valían para otra cosa,  expulsaron de la política a los que no eran de su cuerda para que no les chafaran sus planes. Y como es lógico, terminaron blindándose, formando un grupo homogéneo, cerrado herméticamente a quienes no sean  familiares directos o amigos íntimos de los responsables que  manejan el quehacer diario de los partidos políticos.

Una inmensa mayoría de los que aterrizaron en la vida pública a raíz de la transición democrática, se subieron al carro para mejorar su situación personal y prosperar económicamente a costa del erario público. Son los vividores y los inútiles, los que no saben hacer otra cosa, y que tratan de solucionar su vida dedicándose a la política como si fuera una profesión. Entre todos estos gorrones, cómo no,  había también quijotes y aventureros. Los altruistas dejaron sus ocupaciones tradicionales y se embarcaron en la loable tarea de servir a España para mejorar lo más posible el estado de bienestar de sus conciudadanos aportando generosamente su experiencia y sus conocimientos. También hubo alguno que, teniendo plenamente resuelta su vida, llegó a la política  para satisfacer su espíritu aventurero.

Los que llegaron llenos de ilusión a la política para servir desinteresadamente a los demás, y los que lo hicieron por simple curiosidad, terminaron totalmente decepcionados con el comportamiento descaradamente egoísta de los profesionales de la política, de los que, de manera evidente, estaban dispuestos a sacar petróleo del sistema, buscando ante todo su prosperidad personal. Y como no los escuchaba nadie y sus propuestas eran constantemente derrotadas por las mayorías, dijeron adiós a la política y volvieron a sus casas reintegrándose nuevamente a sus antiguas ocupaciones. No olvidemos que esas mayorías funcionaban a piñón fijo y votaban siempre lo que mandaran las élites de los partidos.

jueves, 16 de enero de 2014

ASÍ ACTÚAN LOS SINDICATOS DE CLASE



El pasado 25 de noviembre, la periodista Ana Pastor entrevistó, ante las cámaras de la Sexta Televisión, a Cándido Méndez, Secretario general de la UGT. A lo largo de la conversación, salieron a relucir, cómo no, las conductas poco edificantes del sindicato socialista y sus numerosos casos de corrupción, aireados profusamente por distintos medios periodísticos. El líder sindical  procuró en todo momento lanzar balones fuera y quitar hierro a esas acusaciones, que considera sumamente excesivas. Por lo menos, trató de lavar su cara afirmando: "Tengo la conciencia tranquila a nivel personal, pero lo veo con gran preocupación en relación con los afiliados”.

El máximo responsable de la UGT dice que su sindicato es meridianamente transparente en todas sus actuaciones. Y para dar mayor credibilidad a sus palabras, confiesa algo muy llamativo: le gustaría  que la Ley de Transparencia, impulsada por el Partido Popular, fuera mucho “más exigente”. Ha olvidado ya las continuas y ruidosas protestas, organizadas por los socialistas contra esta Ley, desde que comenzó a tramitarse en el Congreso. También sorprende, que, en vista de la gravedad de las acusaciones que hacen esos periódicos, no se querelle contra ellos y se limite simplemente a calificarlas de infundios y calumnias desmedidas.

Piensa Cándido Méndez, que la sociedad española valora muy positivamente el trabajo desarrollado por UGT. Pero aún así, dice, procuran esforzarse cada día para optimizar la imagen del sindicato y “mejorar la percepción que tienen los ciudadanos  de nosotros”. Y lleno de optimismo,  se atreve  a confesar que “los sindicatos tenemos un papel insustituible y ese papel está en la empresa”. Es cierto que los sindicatos fueron sumamente útiles para los trabajadores, pero en otras épocas y, por supuesto,  con otros líderes.

Desde que Ignacio Fernández Toxo pasó a encabezar CC. OO y Cándido Méndez la UGT, estos dos sindicatos se burocratizaron de tal manera, que dejaron de ser auténticas organizaciones sindicales y pasaron a ser una casta sindical, preocupada casi exclusivamente de sus propios beneficios. Ya no es la defensa del  mundo del trabajo lo prioritario para estas centrales sindicales. Ahora les interesa bastante más la cuenta de resultados, porque lo que de verdad persiguen es vivir muy bien, aunque sea a costa del resto de los ciudadanos.

Estas centrales sindicales hace tiempo que perdieron el norte y ya  no tienen  el comportamiento típico de los sindicatos que se preocupaban, ante todo, de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Ahora actúan como si fueran auténticos partidos políticos y viven opíparamente de la mamandurria que proporciona el sistema como cualquier otra organización de representación popular. Participan descaradamente en todos los repartos de bienes, llevándose continuamente jugosas subvenciones y ocupando con demasiada frecuencia las codiciadas poltronas de los consejos de administración de las empresas públicas y de las antiguas Cajas de Ahorros.

martes, 7 de enero de 2014

ASI HOMENAJEAN Y VIOLAN LA CONSTITUCIÓN

El pasado 6 de diciembre, los políticos españoles celebraron, como de costumbre, el día de la Constitución. Como celebrábamos el 35 aniversario de su aprobación, prepararon un ceremonial algo más fastuoso y solemne que otros años. Pero aún así, la jornada  resultó un tanto desangelada por las numerosas ausencias que se produjeron. Los actos conmemorativos comenzaron, como viene siendo habitual, con las conocidas Jornadas de Puertas Abiertas, para que los ciudadanos que quisieran, puedan visitar tranquilamente las distintas estancias del Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

Comenzó la jornada con los presidentes del Congreso y del Senado, Jesús Posada y Pio García-Escudero,  recibiendo conjuntamente a los invitados en la entrada principal de la Cámara Baja. Pasaron después al Salón de los Pasos Perdidos donde Jesús Posada pronunció un discurso institucional en el que, derrochando mucho optimismo, definió nuestra Carta Magna de 1978 “como un marco de valores colectivos en el que todos nos reconocemos y con los que todos nos sentimos identificados, como la concordia, la libertad, la igualdad o el pluralismo”.

En otro momento de su discurso, el presidente del Congreso dijo sin ambages que todos “los españoles tenemos que estar orgullosos de nuestra Constitución”. Y es verdad que las gentes de la calle, los ciudadanos que viven honradamente de su trabajo, la respetan y la cumplen con auténtica fidelidad y veneración. Es verdad que no somos todos iguales ante la ley y que ni siquiera disfrutamos todos de la misma libertad, pero saben perfectamente que la culpa no es de la  norma  constitucional que rige, o debiera regir nuestra democracia. Bien aplicada, hasta el último ciudadano tendría plenamente garantizados todos y cada uno de sus derechos

La culpa de semejantes desigualdades la tienen los políticos que, como no piensan más que en  multiplicar sus prebendas, interpretan la Constitución y la aplican de manera muy interesada y egoísta, pensando exclusivamente en su propio beneficio. Habituados a vivir siempre del cuento, no es de extrañar que organicen continuos homenajes a la Constitución, celebren solemnemente la fecha de su aniversario, organicen lecturas públicas de la  misma y la dediquen  calles y plazas en todos los pueblos de España. Pero cuanto más solemnes son esas celebraciones, más graves son los incumplimientos. La vulneran conscientemente, con el mismo entusiasmo o más que la agasajan.

En su momento, la Constitución sirvió eficazmente  como instrumento de convivencia entre españoles, haciendo posible aquella famosa y ejemplar Transición Democrática Española. Pero desde que el Gobierno de Felipe González mató a  Montesquieu y Alfonso Guerra, certificó su fallecimiento,  los responsables políticos comenzaron a infringir descaradamente aquellos mandatos constitucionales que no les gustaban. Desde ese momento, nuestra Carta Magna ha sido repetida y gravemente  ninguneada, repudiada y hasta “prostituida”, como dijo José Antonio Ortega Lara, en la concentración de las víctimas del terrorismo del pasado día 6 de diciembre.