jueves, 17 de diciembre de 2015

GOLPISMO Y SUBVERSIÓN PUJOLISTA

Fue a finales del siglo XXI a.C., cuando los elamitas guerrearon contra la tercera dinastía que controlaba el poder político en Ur, provocando  la destrucción de esta ciudad, que era una de las más antiguas de la vieja Sumeria. Y nada más hacerse con la ciudad, incendiaron  sus campos y se dedicaron a saquear sistemáticamente todos sus templos y a destruir, sin miramiento alguno, cuántas viviendas y edificaciones encontraban a su paso.  

Y para que la devastación de Ur fuera más completa e irreversible, en esa zona de Mesopotamia se desató inesperadamente una prolongada y pertinaz sequía, originando una terrible desertización desconocida hasta entonces y que, como es natural, trajo consigo  una terrible hambruna y una enorme mortandad. Gracias a este desastre natural y a la actuación bélica e inmisericorde  de los elamitas, la ciudad de Ur fue reducida a escombros. Sus restos forman hoy día una simple colina de ruinas en pleno desierto de Irak, a unos 24 Km al suroeste de  Nasiriya, junto a la desembocadura del rio Éufrates.

En ese contexto de hecatombe generalizada o cataclismo total, aparecen las llamadas lamentaciones sumerias, tan importantes por su interés histórico y hasta por su inspiración poética. Se trata de una auténtica canción fúnebre, en la que el poeta llora inconsolablemente la destrucción de Ur y el sufrimiento de todos sus pobres moradores. Y aunque, según dicho texto, la caída de Ur se atribuye directamente a la pérdida del favor de los dioses, esperan que, con el beneplácito de esos mismos dioses, se  reconstruya nuevamente la ciudad y que vuelva a recuperar todo su antiguo esplendor.

Los componentes de Junts pel Sí, con la cooperación entusiasta de una pandilla de fanáticos ultraizquierdistas, encuadrados en la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), quieren hacer con Cataluña, lo que los elamitas hicieron con la patria de Abraham. Y entonces, cómo no, tendríamos también las correspondientes lamentaciones catalanas. De momento, y con la disculpa de desarrollar una democracia participativa más profunda, mejorar sensiblemente la igualdad social y poner en marcha la absurda construcción nacional de los Països Catalans, están complicando la vida, de una manera muy especial, a todos aquellos que, sin dejar de ser catalanes, quieren seguir siendo españoles.