Las Cortes españolas se
constituyeron el pasado 13 de enero y, como no fue posible constituir una
mayoría para gobernar, se disolvieron oficialmente el 3 de mayo. Y aunque fue ésta
una legislatura muy efímera, la más breve de toda nuestra historia reciente,
sirvió, cómo no, para evidenciar las insalvables carencias de Pedro Sánchez, secretario
general del PSOE. Los hechos demuestran palpablemente que estamos ante un personaje siniestro y
caprichoso, lleno de odio y que está dispuesto, a las primeras de cambio, a
venderse al mejor postor. Y un tipo así, no puede ocupar la presidencia del
Gobierno de España.
Como no tiene sentido del
ridículo, el líder socialista ha estado comportándose como un adolescente
caprichoso y mal criado, durante todo el tiempo que ha estado abierta dicha
legislatura. Ya en plena campaña electoral, tuvo la desvergüenza de insultar
gravemente al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en aquel famoso debate,
retransmitido en directo por las principales cadenas de televisión. Y ante la
posibilidad de ver cercenado su sueño de encabezar un Gobierno de cambio, por culpa
de la abultada derrota en las urnas, Pedro Sánchez trata de salvar su
situación, mendigando descaradamente la colaboración de Pablo Iglesias.
Aunque fracasó electoralmente de
manera innegable, el responsable máximo del PSOE, movido por su ambición
desmedida, trató desesperadamente de llegar a La Moncloa y sustituir a Mariano
Rajoy al frente del Gobierno. Como no contaba con apoyos suficientes, trató de
forzar la situación arrastrándose absurdamente ante el líder de Podemos. Con
esa oportunista y grotesca bajada de pantalones, Pedro Sánchez perdió, es
verdad, la poca dignidad que le quedaba,
pero no consiguió variar el comportamiento del líder de Podemos, que seguía
ridiculizándole y tratándole con inusitada crueldad y dureza.
Como iba pasando el tiempo y
Pablo Iglesias no cambiaba de actitud, el nerviosismo se apoderó de Pedro
Sánchez porque veía que se estaban esfumando sus posibilidades de alcanzar la
presidencia del Gobierno. Para no correr ese riesgo, el dirigente socialista se
entrevista con el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y le pide inútilmente
que interceda ante el líder de Podemos para que se ablande y facilite sin más su investidura. El líder de Syriza,
por supuesto, le escucha con atención,
pero rehuyó cortésmente ejercer esa
mediación.
Con tal de ser investido
presidente del Gobierno, el secretario general del PSOE, estaba dispuesto a
soportar pacientemente cualquier clase de oprobio o agravio. Y a pesar de los
continuos insultos que le llueven de Podemos, se humilla una vez más y, como si
estuviera enamorado, pasea sonriente con Pablo Iglesias justo por delante del
Congreso. Y al caminar intencionadamente como dos esperpénticos tórtolos, bajo
un baño de flashes, Pedro Sánchez me recordaba a la poetisa Safo y el líder de
Podemos al barquero Faón, dos personajes míticos de la Grecia milenaria, que
vivieron en Mitilene, la ciudad más importante de la isla de Lesbos.